Bajo un cielo sereno y ante la mirada emocionada de cientos de miles de personas, este sábado el papa Francisco se dejó despedir con ternura en un funeral que grabó su huella en la historia y en la fe colectiva.

La misa exequial, celebrada en la plaza San Pedro del Vaticano, reunió a más de 400.000 fieles, 50 jefes de Estado, 10 monarcas y más de 170 delegaciones de todo el mundo, en un tributo sin precedentes a la figura de Jorge Bergoglio, el primer papa latinoamericano.

El féretro de Francisco, cargado de simbolismos, inició su recorrido en un papamóvil abierto que lo llevó por seis kilómetros a través de Roma hasta la basílica de Santa María la Mayor, donde finalmente fue inhumado en una ceremonia íntima, presidida por el cardenal camarlengo Kevin Farrell y en presencia de familiares del jesuita argentino.

Fue el primer entierro de un pontífice fuera del Vaticano desde León XIII en 1903. En la explanada de la basílica, un grupo de migrantes, transexuales, pobres y presos —invitados especiales de Cáritas del Vaticano y de la Comunidad de Sant’Egidio— esperó el paso del féretro, cada uno con una rosa en la mano.

Fue un gesto final que encapsuló el corazón del pontificado de Francisco: su mirada inquebrantable hacia los marginados, hacia los que no encuentran lugar en la fila de la historia.

Así, para que todo el que quiera despedirse de Francisco pueda hacerlo, desde este domingo, las puertas de Santa María la Mayor —una de las cuatro basílicas mayores de Roma— se abrirán al público.

Fieles de todo el mundo podrán visitar la tumba del jesuita entre las 7 y las 19 horas (hora local), en un acceso gratuito que promete largas filas y fuertes medidas de seguridad para ordenar la marea de devotos que ya comenzó a congregarse.

A las 16 de este domingo, los cardenales que deberán participar del próximo cónclave realizarán también su propio homenaje, en un gesto de cierre espiritual antes de enfrentar la decisión que marcará el futuro inmediato de la Iglesia.

La despedida de líderes y fieles

El funeral fue también escenario de gestos políticos cargados de simbolismo. El presidente argentino, Javier Milei, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, protagonizaron un emotivo abrazo en plena plaza San Pedro. Luego, compartieron un almuerzo informal en Roma, reflejo del vínculo que tejieron en los últimos meses.

Durante la misa, las delegaciones internacionales se ubicaron siguiendo un riguroso protocolo, ordenadas alfabéticamente en francés. Argentina, país natal de Francisco, ocupó el primer lugar, con Milei acompañado por su hermana Karina.

Mientras tanto, en Buenos Aires y otras ciudades del mundo, se multiplicaron los homenajes. En el estadio Nuevo Gasómetro, el club San Lorenzo —del cual Francisco era hincha fanático— preparó un sentido tributo durante su partido ante Rosario Central, vistiendo camisetas especiales en su honor.

El testamento de un argentino

El mismo reconocimiento plural de plaza San Pedro se replicó unas horas después en Buenos Aires, componiendo una imagen de convivencia respetuosa que no pudo darse en vida del papa Francisco.

En primera fila en la misa por el eterno descanso del pontífice argentino frente a la Catedral Metropolitana, nación, ciudad y provincia estuvieron representadas en las figuras de la vicepresidente Victoria Villarruel, el jefe de Gobierno de la Capital, Jorge Macri, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. También asistieron muchos otros dirigentes y, como destacó especialmente el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, todo el cuerpo diplomático extranjero acreditado en Argentina en otro gesto notable de reconocimiento a Jorge Mario Bergoglio.

García Cuerva enumeró todos los demonios contra los cuales el Papa batalló: el demonio de la guerra, el de la exclusión, el de la fragmentación y el desencuentro.

“Ante tanto demonio dando vuelta por el mundo, el testimonio de Francisco fue un faro que iluminaba la oscuridad, una voz profética que resonaba ante tanto silencio cómplice, un referente mundial frente a tanto desconcierto, un animador de sueños y esperanzas en un mundo desalentado y con miedo al futuro, un testigo de misericordia y del perdón en la tormenta de las descalificaciones y el odio”, dijo García Cuerva

Y exhortó: “Hoy quisiera que volvamos allí nuestra mirada e imaginemos el abrazo que nos debemos como argentinos, el abrazo que negamos al que piensa distinto, o al que tiene otras costumbres u otro modo de vivir, el abrazo que no compartimos con los que sufren”.

En estos días, hubo una coincidencia en declarar a Francisco “el argentino más trascendente de la historia”, el más “ilustre”, el más “importante”. El Papa además, nunca olvidó su origen. Argentino hasta la muerte, una de sus últimas decisiones fue donar su imagen de la Virgen de Luján al personal médico que lo atendió en la Clínica Gemelli, y en una de sus últimas salidas por la Basílica de San Pedro, se paseó envuelto en un poncho criollo.

Ningún argentino de bien debería por lo tanto eludir el legado de este compatriota que le dimos al mundo como jefe espiritual de buena parte de la humanidad. Y cada uno deberá ponerse al hombro la parte de cruz que le toque.

Porque, como recordó con voz quebrada por la emoción este hijo de Bergoglio que es el arzobispo de Buenos Aires, “las últimas palabras del Papa en su testamento, conocido el lunes pasado, son: ‘El sufrimiento que se ha hecho presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz en el mundo y por la fraternidad entre los pueblos’”.

El futuro: duelo, cónclave y expectativa

Al término del funeral, el Vaticano entró en un período de duelo de nueve días —el llamado novendiale—, durante el cual se celebrarán misas en honor a Francisco y se rezará por la guía divina antes de iniciar el cónclave.

Aunque aún no se anunció una fecha oficial, las reuniones informales entre los cardenales ya comenzaron.

Según fuentes de la Curia Romana, el próximo cónclave deberá enfrentar una elección crucial: continuar el legado reformista de Francisco o dar un giro hacia posiciones más conservadoras.

De los 252 miembros del Colegio Cardenalicio, solo 132 tienen derecho a voto, por ser menores de 80 años. Las negociaciones, en gran parte secretas y protegidas por avanzados sistemas antiespionaje, definirán al sucesor del papa en un contexto global complejo, donde la Iglesia Católica enfrenta desafíos inéditos.

Por ahora, el mundo católico guarda silencio, reza y espera. Mientras, en Roma, el eco de la última despedida de Francisco aún resuena en las calles, en las iglesias y en el corazón de las multitudes.