¿Qué es la anhedonia, un mal de esta época?

Cada vez son más los que experimentan largos momentos de apatía, de sin sentido y de cansancio. Lo confundimos con depresión, pero quizás sea Anhedonia.
lunes 15 de agosto de 2022
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Cuando se encuentra una palabra para definir un estado emocional, algo se alivia. Es como esa pequeña linda sensación de dar con la parte del cordón que, al tirar, desenreda un nudo que parecía imposible.

La palabra fue Anhedonia. En ella se sintetiza ese estado de apatía, de un cansancio que no es solo físico y de la incapacidad para disfrutar de las cosas que hasta ahora nos causaban placer. Podemos ficcionarlo y sonreír, pero es imposible engañarnos a nosotros mismos. Algo pesa. No importa cuántos intentemos hagamos para recuperar “eso”. Estamos convencidos de que nada será capaz de lograr un estado de real disfrute.

“Cada vez somos más quienes experimentamos ese estado. Me atrevería a decir que en los últimos 10 años todas las personas hemos sufrido periodos de Anhedonia”, afirma la reconocida psicóloga especializada en género Vanesa Elías. “De manera muy simple, se puede entender como la incapacidad de disfrutar las cosas que antes nos resultaban placenteras. A algunos les pasa con las cosas más básicas: comer, salir a pasear, mirar una película. Otras personas dejan de disfrutar el compartir con la gente querida, un hobbie y un encuentro sexual. El término proviene de la palabra griega hedoné que significa placer”, explica.

¿Estaré deprimida?


De cierta forma, todos los que hemos padecido este estado, nos hicimos la pregunta “¿estaré deprimida?”, pero no. “Si bien es un síntoma asociado a la depresión, a la esquizofrenia y a otras patologías, no es una patología en sí misma.

Es un síntoma que podemos aliviar, revertir o transformar y, a diferencia de la depresión, no implica necesariamente causas orgánicas”. Vanesa Elías, lo explica muy claramente y entiende por qué cada vez somos más los que somos impactados por ese estado o nos quedamos más de lo habitual en él. “Yo creo que la Anhedonia se relaciona principalmente con los ritmos que impone lo cotidiano. La sensación permanente de que no nos alcanza el tiempo y la incertidumbre permanente generan grandes momentos de estrés. A ello se le suma la gran crisis económica y existencial que se terminó de potenciar post pandemia. Lo personal y lo social generan un combo muy difícil de afrontar para la mayoría de las personas. Hay un malestar naturalizado. Desde otra perspectiva podemos pensar también que el desgano y la tristeza pueden funcionar como una herramienta de control social. Sin embargo, cuando la Anhedonia se vuelve permanente es muy importante buscar ayuda terapéutica. Es muy importante que podamos diferenciar si es un estado anímico o es un síntoma de una patología mayor. A partir de ello podemos construir las herramientas que nos pueden ayudar sentirnos mejor”, afirma Vanesa, quien merece todo mi respeto por su profesionalismo, su humanidad y su compromiso con la tarea de acompañar terapéuticamente a cientos de personas.

Lo personal y lo social generan un combo muy difícil de afrontar para la mayoría de las personas. Hay un malestar naturalizado.
Durante estos días, le pedí que me ayude a comprender en profundidad la Anhedonia. Una persona cercana había recibido este diagnóstico. Aliviada de saber que no era depresión, empezó a compartirlo con su grupo de amigos. La mayoría de ellos respondieron “yo también me siento así”, “corto con vos y googleo porque lo que describís me encaja perfecto”, “estás poniendo en palabras cosas que no me estaba animando a decir”.

Tenemos derecho a sentir cansancio, desánimo y apatía.
Tenemos derecho a sentir cansancio, desánimo y apatía.

  
“¿Sabiendo entonces que estamos en un momento de Anhedonia, qué es lo que podemos hacer para salir de él?, le pregunté. “Lo primero que necesitamos hacer es permitirnos lo que nos pasa sin juicios de valor. Dejar de juzgarnos y de presionarnos es la base para mejorar. Necesitamos acompañarnos cómo lo haríamos con un ser amado, con tolerancia y amor.

Recuperar nuestra relación con el día a dia


“Partiendo de eso, cuando nos sea posible, podemos empezar a intentar conectar con el momento en el que creemos que se inició este estado ¿Cuándo comencé a sentirme así? ¿Fue de pronto o fue un proceso? ¿Hubo un solo motivo que lo precipitó o fue la sumatoria de varios factores? Estas preguntas nos pueden ayudar a comprender un poco más en profundidad de qué se trata, por qué y en el mejor de los casos para qué. Podemos intentar también recuperar nuestra relación con el día a día intentando tener breves momentos de placer y de disfrute a través de lo cotidiano. Como la vida es dinámica, en esas experiencias mínimas nos vamos dando cuenta también que probablemente hay cosas que antes nos daban placer y ahora ya no. Necesitamos darnos permiso para actualizarnos y responder quizás de una nueva forma a ¿quién soy hoy?, ¿de qué disfruto? Es probable que este sea un buen punto para reencontrarnos también con placeres pasados”, explicó la licenciada.

“No tengo derecho a sentirme así”


En ocasiones, la incapacidad de disfrutar de la vida nos genera culpa. Deberíamos sentirnos bien. Tenemos todo para poder estar alegres, para dormirnos a diario en un estado de agradecimiento y más aún, si comparamos nuestro presente con el de muchas otras personas que si están atravesando situaciones realmente graves. ¿Qué es lo que nos pasa entonces?

Caminar después de comer es mejor que hacer reposo o dormir una siesta

“Es fundamental no invalidar estos estados ni comparar los problemas de una con los de nadie más. A cada cual le toca lo suyo. Vinimos a transitar lo que vinimos a transitar y ahí está nuestro aprendizaje subjetivo y colectivo. La culpa es el único sentimiento que no tiene lógica, no nos aporta ni nos sostiene, pero la mayoría de nosotros la sentimos, de forma inevitable. Nos sentimos culpables hasta de sentirnos culpables. Necesitamos trabajar en el vínculo con nosotras y nosotros mismos. Es imprescindible dejar de exigirnos lo que no le exigimos a nadie más y permitirnos lo que sea que necesitamos sentir. Tenemos derecho de no tener ganas, de estar cansadas, desanimados, enojados. Si nos otorgamos ese derecho y nos acompañamos con amor, vamos a salir de esos estados, mucho antes y mucho mejor.

La sensación de incertidumbre alienta el desánimo.
La sensación de incertidumbre alienta el desánimo. 

   
Nombrar lo que nos pasa es alquímico y transformador. También nos permite comprender que hay muchas otras personas atravesando lo mismo y de esta forma nos damos cuenta que no estamos solas ni solos. Sabernos acompañados mientras vamos transitando la vida es sumamente aliviador.”

“¿Podríamos pensar que a veces tenemos Anhedonia también en el alma?”, le pregunté.

Vanesa por supuesto responde con total naturalidad: “No sé me ocurre pensar la Anhedonia por fuera del alma. La mente, con sus escasos recursos, solo intenta traducir el lenguaje álmico. Entrar en comunión con lo que el alma nos quiere comunicar es el principio de toda ‘cura’”.

Fuente: TN