Pequeñas pero poderosas, las semillas de girasol provienen de la planta Helianthus annuus, nativa de América del Norte, y son mucho más que un simple snack.

Aunque históricamente se han utilizado principalmente para la producción de aceite, en los últimos años han ganado popularidad por sus numerosos beneficios para la salud.

Estas semillas son una fuente impresionante de vitamina E, un antioxidante clave que ayuda a combatir los radicales libres y a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.

Además, contienen ácidos grasos poliinsaturados como el ácido linoleico conjugado (CLA), que también tiene propiedades anticancerígenas.

Qué aportan las semillas

Según un estudio de la Universidad Nacional de Luján, las semillas de girasol aportan fibra, proteínas y grasas saludables que favorecen la salud digestiva, reducen el colesterol y apoyan el sistema neurológico y muscular.

La porción recomendada es de 30 gramos diarios, aproximadamente un puñado, suficiente para aprovechar sus nutrientes sin añadir un exceso de calorías. Su versatilidad permite incorporarlas en ensaladas, yogures, panes, sopas y snacks, lo que las convierte en un complemento ideal para una dieta equilibrada.

Quiénes no deben comer semillas

Sin embargo, no son adecuadas para todos. Las personas con alergias a las semillas o hipertensión deben consumirlas con precaución, especialmente las versiones saladas.

Además, su alto contenido calórico puede ser un desafío para quienes buscan perder peso. Moderar el consumo y optar por opciones sin sal es la clave para obtener sus beneficios sin riesgos.

Versátiles y nutritivas, las semillas de girasol son un complemento delicioso y saludable para cualquier dieta, brindando un impulso energético y nutritivo en cada bocado.