En la Casa Santa Marta, un lugar que se ha convertido en un símbolo de la sencillez y cercanía del papa Francisco, dos guardias suizos permanecen atentos, cuidando el féretro del pontífice. Su presencia, constante y firme, refleja el respeto que se rinde a quien durante más de una década lideró la Iglesia Católica

A los pies del féretro, un cirio arde, su luz tenue y suave se mezcla con la fragancia de algunas flores que adornan el lugar, creando una atmósfera de solemnidad. 

El velatorio, que ha atraído a clérigos, monjas y empleados del Vaticano, se desarrolla en un ambiente de profunda reverencia. Todos los presentes, sumidos en sus oraciones, comparten un momento de recogimiento, recordando la vida y legado de un líder que dejó una huella imborrable en la Iglesia y en el mundo. 

La elección de la Casa Santa Marta para este acto no es casual; este edificio, sencillo y acogedor, fue el hogar del papa durante su papado, donde él mismo promovió una vida más austera y cercana a las realidades de la gente común. El féretro, de madera simple, es un reflejo de la filosofía de vida del papa Francisco, quien siempre abogó por la humildad y la simplicidad. Este último deseo de ser recordado de manera austera se manifiesta en cada detalle de sus exequias, que él mismo había planeado con antelación. 

Este miércoles, su cuerpo será trasladado a la basílica de San Pedro, donde se espera que miles de fieles acudan para rendir homenaje a su figura. La exposición del pontífice en este emblemático lugar es un acto que, sin duda, marcará a muchos, brindando la oportunidad de despedirse de un líder que dedicó su vida a la fe y al servicio de los demás.