El hijo de Nora Dalmasso: “Me querían meter preso por gay”

Facundo Macarrón, hablo sobre cómo era su madre. El altar que hay en la casa, el primer libro que le regaló, la canción que escuchaban juntos entre otras cosas.
martes 12 de abril de 2022
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Facundo Macarrón a veces llora solo y en silencio. Como si en ese acto íntimo estuviera a salvo del pasado y de los peligros del mundo. De tener que mostrar una fortaleza ante el resto. Por más que quiera ocultarla, ahora su tristeza, este viernes a la mañana en el jardín de la casa de Villa Golf, en Río Cuarto, parece instalada en sus ojos claros. Una mirada perdida, como dice él, que va hacia la búsqueda permanente de su madre, Nora Dalmasso.

-Una mirada perdida que quiere saber la verdad y siente el dolor de que ella no esté más acá. La extraño horrores. Es una constante nostalgia, he contenido muchas lágrimas porque el sobreviviente no tiene tiempo para llorar.

Eso dice Facundo a Infobae en la entrevista exclusiva que le concedió en medio del juicio oral en contra de su padre Marcelo Macarrón por ser el presunto autor intelectual del crimen de Nora Dalmasso, asesinada en esa casa el 26 de noviembre de 2006.

A poco más de 15 años del atroz asesinato, Facundo aún no pudo hacer el duelo. Después de haber sido acusado falsamente de abusar y de violar a su madre -fue imputado el 4 de junio de 2007 y absuelto el 4 de octubre de 2012- acusaron a su padre y siente que lo que él considera una persecución judicial y, en parte, mediática, le impida sentarse a hablar sólo del lado más luminoso de sus recuerdos.

Es decir: de cuando su madre habitaba este mundo. De ella se sabe poco, como si todo crimen borrara el pasado y detuviera a quien lo sufre en los instantes finales y en la foto de la víctima sonriente. Las fotos de Nora, siempre mencionada como víctima, marcan eso. Su sonrisa.

Pero poco se sabe de quién fue, cómo era y lo que hizo por su marido y sus hijos.

A Facundo le gustaría hablar sólo de su madre, pero es inevitable que el asesinato y todo lo que generó termine por copar su relato.

Esto es obra de ella y creo que por eso mi viejo sigue atado a esta casa”, dice Facundo y señala el jardín florido de la casa. Adentro hay un altar con la foto de su madre, rodeada por lirios -que en Río Cuarto crecen una vez al año- y velas.

— ¿Qué balance hacés del primer mes del juicio?

— Creo que siempre existieron durante estos 15 años dos procesos paralelos, uno mediático y otro judicial. A mi me parece que judicialmente la razón por la cual mi viejo está sentado hoy en día en el banquillo de los acusados es absurda y eso se refleja todos los días en las distintas testimoniales. No surge en el juicio, porque no existe, ninguna prueba en contra de mi viejo, ni siquiera indicios. Cuando el fiscal de instrucción (Luis) Pizarro armó la acusación delirante que vino a transformar la autoría material de la muerte de mamá en una supuesta autoría intelectual. Se basó en las supuestas desavenencias matrimoniales y en segundo lugar un supuesto rasgo de la personalidad de mi papá que sería la avaricia. Hasta ahora en el juicio en ningún momento ninguno de los testigos afirmó que existieran esos móviles.

— ¿Crees que en los testimonios de las personas que conocían a tus padres está reflejada la verdad?

— Claro. En varios testimonios se destacó la generosidad tanto de mi viejo como mi vieja. Hay una construcción de la posverdad, en base al proceso mediático que afectó también el proceso judicial y esto fue una variable constante que se fue desarrollando durante los quince años y que nos afectó mucho. Las personas más cercanas a nosotros, que es nuestra familia materna y paterna y las empleadas que trabajaron en casa y hasta la podóloga, todas hablaron desde el corazón y con la verdad: que el matrimonio de mis padres era normal, y esto lo pueden decir también sus amigos. De hecho, todos los testimonios lo dijeron: el amor que existía en la pareja y en la familia y la generosidad que ellos tenían con todos y todas.

— ¿Cómo es tu padre y como era tu madre?

— Mi viejo tiene un buen concepto. En Río Cuarto siempre se lo ha conocido por ser un buen médico. Pero, sobre todo, y esto fue también declarado por un testigo, se le reconoce la predisposición constante que tiene de ayudar al otro. Y mi mamá era igual desde su lugar, desde su rol de madre, de amiga, de hija, de compañera de trabajo. No ayudaban solamente, se desvivían por ayudar. De hecho, hay una testigo que pasó y supuestamente, y digo supuestamente porque para el proceso mediático complicaría a mi papá, esta mujer es Marita Garro, que presuntamente mi papá le dijo que si su cuñado tenía algo que ver, que no se arruinara la amistad entre ellos. Mi viejo nunca le dijo eso. Marita nunca fue a casa después de la muerte de mi mamá, es un testimonio armado, obviamente. Tan armado que dijo que me vio jugando con juguetes, cuando en ese entonces yo tenía 18 años. Mi padre ya lo desmintió en el juicio. Pero ella ni siquiera admitió que a la hija de esta mujer, que tuvo un cáncer a los 15 años, mi mamá la subía en el auto y la llevaba a Córdoba a hacerse tratar por médicos que le recomendaba mi viejo.

— Esa testigo también criticó a tu hermana y a vos...

— Sí, esa misma mujer, que es consuegra de Miguel Rohrer, es la misma que dice, por Valentina y por mí: “Sus hijos algo raro tienen porque nunca pidieron justicia”. ¿Y qué es pedir justicia por una persona? Porque vivimos en una sociedad que tiene sus instituciones y que deben cumplir con ciertas funciones. Pedir justicia es pedir la verdad, es cierto, ¿pero quién tiene las herramientas para buscar esa verdad? Nosotros desde 2006 llevamos una y mil veces nuestras sospechas a la Justicia. Y encima en esos 15 años, más de la mitad estuvimos del lado de los imputados, o sea, de los que se tienen que defender. Fuimos querellantes, pero apenas empezamos a ser querellantes me imputaron a mí, que estuve casi seis años, y lo imputaron a mi viejo, que lleva seis.

— ¿Aun en el tiempo que fueron querellantes sentiste que nunca investigaron otra hipótesis?

— Como querellantes estuvimos casi tres años y doce, como imputados. Es difícil pedir justicia cuando es la misma Justicia la que te está persiguiendo, ¿no? De los fiscales estoy hablando. Son quienes ejercen el poder investigativo. ¿Entonces qué esperaba esa mujer? ¿Qué nos encadenáramos en los tribunales como imputados? Después de haber sido avasallados mediáticamente, mi mamá, mi hermana, mi padre. Después de haberse bancado toda la construcción de una monstruosidad de lo que supuestamente éramos como familia .Cómo podemos recurrir, o sea, pedir verdad. Hay dos vías: la Justicia o los medios, los dos estuvieron en contra nuestro desde un comienzo. Ojalá nunca les pase. Más allá que no existe una receta para enfrentar este tipo de situaciones.

Hace casi 15 años, cuando fue imputado, Facundo vivió su propio vía crucis. Era seguido por más de cincuenta periodistas cada vez que debía ir a Tribunales. No podía salir a la calle porque en la puerta de su casa se apostaban hasta 15 móviles. Una vez le hicieron una cámara oculta cuando él respondió con gentileza a una periodista. Tuvo que ver cómo otra periodista vendió a un medio la autopsia de su madre y cómo otros dos periodistas la mostraban y opinaban sobre las imágenes. Vio cómo decían que su madre había muerto en un juego sexual y que se vendían remeras con la leyenda “Yo no estuve con Norita”.

El fiscal Javier Di Santo pidió su detención. Consideró que Facundo había violado y estrangulado a su madre. “Lazos de sangre y de muerte”, tituló una revista, con una foto de Facundo, haciendo referencia al lazo de la bata con la que fue ahorcada Nora. Se dijo que su homosexualidad (él aun no había salido del closet) tuvo que ver con el móvil del crimen porque su madre no la aceptaba. Se lo sometió a un ADN, a pruebas psicológicas y psiquiátricas. Una autopsia psicológica, sin fundamento científico, dictamino que tenía complejo de Edipo y que era siniestro.

En su momento, cubrí el caso para otro medio y me sentí parte de esa jauría desesperada de periodistas que buscábamos a Facundo. Me sentí culpable porque fui uno de los que escribió inexactitudes sobre un joven de 18 años que había sido estigmatizado al extremo.

Por entonces, en 2007, decidí enviarle una carta a Facundo para pedirle perdón. Sentí esa necesidad. Y supe medir el daño que se puede causar con una nota.

Al mismo tiempo le di la autorización a su abogado, Marcelo Brito, para que leyera la carta.

Tiempo después, Facundo me envió una carta desde París, donde trabajaba como diplomático.

“Más allá de destruir mi juventud, lo que hizo el fiscal Di Santo y el aparato judicial que lo respaldó fue intentar matarme socialmente. No les alcanzó con dejar impune el crimen de mi madre, quisieron matar a su hijo no solo por facilismo en resolver la causa sino por una marcada y explícita homofobia institucionalizada. Nunca les escuché pedir disculpas, ni creo que les interese hacerlo”.

— Cámaras ocultas, persecuciones, notas erróneas que causaron dolor, las imágenes de la autopsia a tu madre, su intimidad, la de la familia. Después de 15 años, ¿alguien te pidió perdón?

— Sólo vos. Algunos periodistas locales, muy pocos, hicieron un mea culpa sobre algún grado de violencia simbólica o violencia de género que pudieron haber cometido sobre mi mamá. Algún grado, pero muy por arriba. Ahora la familia contribuyó a esa violencia simbólica dijeron, no explican cómo, pero dijeron eso. Siempre el rol de victimarios. Y de la Justicia nadie me dijo nunca nada.

— ¿Cómo hiciste para superar todo ese calvario de haber quedado a un paso de la cárcel pese a ser inocente?

— Se metieron con mi vida privada, con mi sexualidad, como si eso fuera el causante de todo. A lo que me agarré fue obviamente a los valores de mi mamá y de mi papá. Creo que eso me permitió seguir adelante, estaba muy bien acompañado en ese momento. Me cuidaron me protegieron mucho mi abuela Nené, mi abuela Rita, fueron las madres que no tenía en ese momento. Lo mismo mis tías. Ese rol materno fue cubierto. Mis amigos de la facultad, mi novio en ese momento. Mucha gente se puso en mi lugar y me acompañó muy bien y me hizo salir adelante. Hubo una cámara oculta en la facultad, una tapa en revista Noticias que hablaba de lazos de amor y de sangre, algo así jugando con ese morbo de siempre. Fue terrorífico y en eso yo al comienzo, antes de que me imputaran, tenía esa misma ingenuidad que tuvo mi viejo al comienzo del proceso judicial con el asesoramiento del letrado, con Daniel Lacase, en esa fatídica conferencia de prensa que se dio al principio.

Facundo habla y cada tanto mira hacia la calle, cuando pasa un auto o una persona. Es uno de los traumas que le quedó de aquellos días. No poder ir a un café o tener que salir con una gorrita y lentes para no ser reconocido. Ahora asiste al juicio y se siente un poco más libre que antes.

— Cuando me hicieron la cámara oculta, la verdad es que hasta contesté con esa ingenuidad, yo dije: “Mirá, son los medios que andan diciendo esto pero en realidad la Justicia está trabajando para encontrar al asesino de mi mamá”. Y esa cámara oculta fue una chantajeada, porque sin tener ningún marco televisivo, si ser consciente de que me estaban filmando, con toda esa ingenuidad y adolescencia de un pibe de 19 años, a mi me crucificaron. En ese momento yo pensaba que cuando el fiscal Di Santo estaba llamando a prestar declaración testimonial a mis amigos, él en realidad lo que estaba haciendo era defenderme frente a una hipótesis planteada por el abogado de Zárate en ese momento: que el asesino estaba en el círculo íntimo. Pero en realidad estaba buscando presionarlos para buscar pruebas en mi contra.

— Y quedaste como el monstruo de la historia...

— Me sacaron de los pelos del closet. Si es que vivía en un closet. Era mi vida privada pero me agarraron de los pelos y me tiraron en medio del circo. Y hubo una nota que publicó Página12 en su momento que se titula “El violento abrazo de los medios”, y habla justamente cómo a partir de la narración muchos medios de comunicación, referentes a nivel nacional de distintos sectores empezaron a construir un monstruo en torno a mí para marcar una diferencia respecto de lo normal. Nunca una nota o una investigación periodística respecto de mi imputación dejó de mencionar que yo era gay y que eso tenía una relación con el crimen. Fue el prejuicio en base al que me imputaron, que eso está claro. Pero nunca pusieron en práctica la supuesta apertura mental que en esa época ya se empezaba a evidenciar. El artículo de Pagina12 hablaba justamente de la construcción de la monstruosidad, para advertir a la sociedad que o uno es normal o es un monstruo. Entonces si yo era ese monstruo y todos llevan su miedo a ese monstruo, es decir el miedo también a ser uno mismo. Y no hablo sólo de la sexualidad sino de asumir lo que son en esencia, debído a todos los mandatos que se imponen como norma. Esto es una clara advertencia que si te corres un poco de la normalidad, esto te puede pasar. Con el “perejil” del caso, Gastón Zárate, aprovechándose de su vulnerabilidad, lo detuvieron basándose en métodos lombrosianos.

-¿Qué recordás de tu mamá?

-Mi mamá nos educó de una manera muy libre y muy abierta y te cuento una anécdota: mi abuela tiene un campo en las sierras de Córdoba, una hectáreas, que vienen de mis bisabuelos de los años 30. Íbamos a pasar casi todas las vacaciones de verano y antes de llegar al capo mi mamá nos llevaba a lo de doña Juana, que era una mujer que hacía unos mates espectaculares, muy dulces, le ponía toneladas de azúcar. Y ella vivía en un rancho de adobe, pisos de tierra, siempre le llevaba una garrafa de gas y esas cosas que necesitaba. Ella era la madre de dos jinetes que domaban los caballos, la gran pasión en la vida de mamá eran los caballos, además de los hijos. Yo creo que mi mamá se relacionaba con los aspectos más nobles de la vida, era muy noble. Ella decía que el perro no es el mejor amigo del hombre, en realidad es el caballo. Hacía equitación hasta que se quebró, tuvo un accidente a los 17 años. También era profesora de danzas clásicas y no pudo seguir haciendo eso. Por eso a veces cuando hacía mucha humedad rengueaba. Lo que te decía de doña Juana era eso, nos quedábamos en esa pausa charlando, y ella siempre nos decía “de acá tienen que aprender ustedes, de esto, de la simpleza en la vida”. Si bien era un rancho había pobreza, una pobreza rural. Pero ella nos enseñó desde ese lugar. Siempre tuvo una necesidad de mostrarnos el mundo como era de verdad, no cómo era este barrio donde vivíamos, que teníamos todas las oportunidades. Y ese paso por la casa de doña Juana cada vez que íbamos la campo para ella era fundamental, quedarnos a tomar unos mates y charlar de la vida. Pensar que yo planeaba viajar a Río Cuarto el fin de semana que fue asesinada. Íbamos a comprar ropa. Pero me terminó diciendo que no. Siempre me pregunté por qué.

Mi mamá era una persona única en el mundo. Escuchábamos la canción de Elton John que habla de la esencia del amor y ella rescataba ese mensaje.

Facundo se emociona. A diferencia del comienzo, decide revelar el sueño con su madre. Ella viste de blanco. Sonríe. Baja de una montaña. Y llega para rescatarlos.

Fuente: Infobae

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