Del derroche a la eficiencia: cómo ahorrar gas y electricidad ante el aumento de tarifas

Uso racional y mejores tecnologías son la clave. En Argentina, las heladeras consumen más energía que la generación nuclear del país. Conocé más
domingo 06 de noviembre de 2022
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¿Qué hacer para consumir menos y reducir el impacto? El Gobierno inició una campaña (“Cuidemos los recursos. Cuidemos nuestro país”) con “consejos prácticos” sobre acciones de ahorro en el hogar y “calculadores” de consumo. Un segmento precisa, por caso, que calefacción y cocción explican más de la mitad del consumo de gas y electricidad de los hogares argentinos.

"La campaña es muy pobre y no incluye consejos prácticos; describen cómo se gasta, pero no cómo ahorrar", explicó el ingeniero nuclear Luis Juanicó, investigador del Conicet en Bariloche a una nota que brindó en Infobae.

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En primer lugar, contó el investigador, es importante no apuntar mal. La electrónica no es un gasto importante: un televisor LED, una computadora, la radio o un router son una parte menor del consumo de electricidad. El mayor consumo se da en calefaccionar el ambiente y calentar agua (para cocinar, para bañarse, en el lavarropas).

Una pava eléctrica demanda una potencia de 1.500 Wats (1,5 KW, kilowats). Usándola una hora al día son 45 (1,5 x 30) kilowats hora (KWh). Para calentar agua, dice Juanicó, todo lo que se puede hacer con gas hay que hacerlo con gas, no electricidad. Si por calentar con gas se hirvió el agua para el mate, no hay problema, explica. “Le agregás 12% de agua a temperatura ambiente, y tenés agua a 90 grados, justa para el mate”. De paso, el hervor hizo evaporar el cloro y el agua sabe mejor.

Calentar un ambiente con una estufita de cuarzo de dos velas una hora por día agrega 30 MWh a la cuenta mensual. O el doble si son dos horas. O el triple si son tres. Mejor prender una hornalla y calentar el ambiente de ese modo, prosigue Juanicó. Todo tipo de estufa que se enchufa y genera resistencia es de baja eficiencia. Ahí entran caloventores, estufas de cuarzo o radiadores de aceite, de una eficiencia de 100%, contra 300% y 500% de un Split frío/calor sin o con tecnología “inverter” (ambos “usan” el calor o frío exterior, con distinto sistema de regulación).

Si hay dinero para comprar un Split, dice el investigador, el aparato con “inverter” es más conveniente, aunque sea más caro. “Por unos pesos más, comprate el bueno”, enfatiza. Del mismo modo, prosigue, una heladera con tecnología “inverter” gasta la mitad que una sin y calcula ahí un consumo típico de 50 contra 100 KWh al mes, lo que a $10 el KWh son $500 de “ahorro”, escaso en relación al precio de las heladeras modernas. Con los aumentos de tarifas, sin embargo, la cuenta puede escalar.

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En el lavarropa es más fácil ahorrar, explica Juanicó. En primer lugar, usándolo siempre lleno, pues con pocas prendas aumenta el peligro de rotura “porque al girar, se vuelve un potro mecánico”. Ese riesgo, además, aumenta en lavarropas de carga frontal, con tambor retenido por un rulemán trasero, que al vencerse comienza a golpear, pero muchos prefieren por comodidad o falta de espacio.

“Usalo lleno, bajá la velocidad de centrifugado a 500, lavá la ropa cuando hay buen tiempo y terminá de secarla al sol; ahorrás agua, electricidad y jabón”, explica el investigador.

Además, en haras del uso racional de energía conviene lavar la ropa “normal” con ciclo de agua fría, porque calentar 40 litros de agua a 90 grados demanda mucha electricidad. Otro consejo, en los lavarropas que lo tienen, es usar el “ciclo ecológico” (no el corto), pues incluye una etapa de remojo, que afloja la suciedad, y la ropa se lava a no más de 40 grados, lo que también ahorra energía.

En suma, dice Juanicó, Split con inverter, heladeras ídem si es posible, uso eficiente del lavarropas y “tirar pavas eléctricas y estufitas a cuarzo, y eventualmente usar la hornalla para calentar la cocina”.

Eso sí, aclara, contra el ahorro de energía conspira la construcción moderna: edificios sin aislación térmica y sin persianas para graduar el ingreso de aire y sol, con “blackouts” que no dan aislación y ventanas corredizas sin burletes, que dejan pasar el “chiflete”. La baja aislación térmica se completa con paredes finas y ausencia de ventanas de doble vidriado hermético. “Las cosas están peor hechas que hace 20 años”, dice Juanicó, partidario de enjuiciar a los constructores de edificios “inteligentes”, íntegramente a electricidad, en los que -dice- la “inteligencia” fue ahorrar costo en cañerías y evitar los controles de instalación de gas.

Uso racional

El uso racional, tiene que ver con cómo se procura satisfacer ciertos servicios energéticos (iluminación, calefacción, cocción). Según lugar y ocasión: uno puede iluminar o ventilarse simplemente abriendo una ventana. También es racional apagar la luz cuando se sale de un ambiente y poner el termostato a temperaturas moderadas. La energía más barata y limpia, es la que no se usa.

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La eficiencia tiene más que ver con la tecnología, como las alternativas de iluminarse con lámparas incandescentes (o halógenas, las antiguas) o las “de bajo consumo” (FCL) o las de tecnología LED.

El costo de igual servicio de “iluminación” para 30.000 horas con las 3 tecnologías tomando los precios de mercado de las lámparas a octubre 2022 y un costo de $18 el kWh, valor promedio sin subsidio y con impuestos y cargas provinciales en la Argentina, según datos de Cammesa. El resultado es que a la larga las lámparas incandescentes, las más baratas, son 7,5 veces más caras que las LED. A su vez, iluminarse con las “de bajo consumo”.cuesta 80% más que con las LED pero menos de una cuarta parte que con las tradicionales.

 El costo de iluminarse con diferentes tipos de lámpara. En bordó el costo de las lámparas y en verde el de la energía en 30.000 horas de uso. Las incandescentes o halógenas son las más baratas, pero el consumo energético a la larga las vuelve la solución más cara. El costo de la lámpara es apenas 4 a 6% del total
En definitiva, a lo largo de la vida útil, es mucho más importante el gasto en energía que en la compra inicial del “equipo” (en el caso de las lámparas es del 4 al 6%). Lo mismo sucede, con el uso de motores eléctricos e incluso con las compras del Estado, donde el menor valor ofertado prima sobre la eficiencia en la prestación del servicio de que se trate.

A su vez, en un trabajo sobre “Eficiencia energética en la Argentina”, publicado en 2021 por la Fundación Bariloche y financiado por la Unión Europea, Gil demostró, entre otras cosas, que el consumo de energía de las heladeras argentinas (22% del consumo residencial y 7,5% del consumo eléctrico total del país) demandan cada año más energía que la capacidad de generación nuclear y que (en su equivalente) la importación de gas del país.

Y esto sucede pese a que una heladera moderna consume solo un tercio de la energía que consumía en 1973, tiene 20% más de capacidad de carga y cuesta la mitad de los antiguos equipos, si los datos se corrigen por inflación.