Tres ejercicios para ponerle fin al síndrome de rumiación

También se lo conoce como “overthinking”. Es un proceso psicológico, directamente relacionado con situaciones no resueltas de otros momentos de la vida
martes 30 de agosto de 2022
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A veces uno puede volverse loco pensando si dejó la plancha enchufada en casa. Otras, si un compañero de trabajo al entrar saludó de un modo medio extraño o si la presentación que uno preparó será lo suficientemente buena, o si debiera o no llamar a un contacto aunque esté de vacaciones, entre tantas cosas. Si uno se la pasa cavilando, no avanza y la situación puede convertirse en un problema para uno mismo y para todos los demás.

¿Pero hay una cuota de eso que sea normal? ¿Qué parte es la que se pasa de la raya? ¿Y cómo puede ponerle uno punto final a ese estado permanentemente rumiante?

Pensar y repensar las cosas no tiene por qué ser malo. “Reflexionar antes de actuar no es nocivo, tampoco si uno lo hace en el trabajo. Se trata más bien de una característica personal”, dijo a DPA Florian Becker, docente de Psicología Económica en Múnich.

“Si alguien suele ser intensamente reflexivo, puede ser una señal de que es responsable, hace las cosas a conciencia y sopesa todos los riesgos. Lo importante de ese proceso es que esa tendencia a preocuparse no desborde. Cuando todo se convierte en una cavilación o preocupación, la reflexión pasa a ser un problema”, señaló.

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Tres ejercicios para oponer resistencia a las cavilaciones

  • En Psicoterapia, existe un ejercicio basado en una “silla de las preocupaciones”. Consiste en sentarse todos los días, con una alarma (entre 10 y 30 minutos) y concentrarse en ese lapso exclusivamente en todo lo que a uno lo hace rumiar. Lo mejor incluso es anotar todas las preocupaciones. Pero ¿cuál es el efecto del ejercicio? “En algún momento esa ´silla de preocupaciones´ pasará a ser bastante irritante. Con el tiempo, uno podrá construir una resistencia interna hacia ese tipo de cavilaciones y dejar de dar vueltas en la preocupación”, sostuvo.
  • Becker cree que hacer una lista de ventajas y desventajas también puede evitar que la cabeza esté permanentemente girando sobre un mismo punto o sobre alguna “catástrofe fantasmagórica”. “El objetivo es que todo lo que uno cavila deje de ser abstracto y pase a ser algo racional, concreto y que pueda ser analizado. Eso lo vuelve más controlable”, precisó.
  • Otro consejo es delegar. “Si una persona se queda pensando si el compañero de trabajo lo saludó de un modo extraño al llegar a la oficina, deberá ser pragmática. La respuesta es: puede que sí, pero es imposible saberlo. Si el comportamiento de ese compañero de trabajo realmente tuviera que ver con algo que uno hizo es responsabilidad del otro dejarlo en claro. En caso contrario, no tengo por qué estar pensando en eso”, concluyó.
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Pensar a conciencia: ¿Cómo reconocer la medida justa?

¿Dónde podría establecerse un límite para reconocer cuándo una reflexión es un acto de templanza y análisis y cuándo es un overthinking enfermizo? “Hay que tener en cuenta si ese comportamiento tiene un impacto negativo en la vida del afectado”, dijo la asesora de carreras Ragnhild Struss.

“Hay personas que sopesan tantos factores que nunca llegan a la acción e incluso posponen entrevistas y citas importantes porque no han llegado a pensar todo lo que creen que deberían”, añadió.

Algunas señales típicas de este overthinking son las formulaciones en potencial y las preguntas internas mentales que no parecen tener fin. Con frecuencia, se trata de situaciones que podrían darse en un futuro, “pero para las cuales en el presente no existe ningún tipo de indicio de que sucederán”.

¿Cómo zafarse de la calesita irrefrenable de pensamientos negativos? “Como primer paso, debemos ser conscientes de que podemos reestructurar nuestro cerebro a conciencia”, dijo Becker.

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