Investigadores del BioLab, laboratorio de I+D perteneciente a la Agencia Misionera de Innovación, trabajan en el desarrollo de repelentes de insectos a base de plantas nativas de la selva misionera.

El objetivo es darle un valor agregado a cultivos de pequeños productores y generar productos sustentables que sirvan para repeler insectos vectores de enfermedades. A su vez, la idea es que estos repelentes puedan usarse también en otro tipo de insectos a los cuales se desea repeler sin hacer daño, como las abejas.

“Hoy existen algunos repelentes botánicos, por ejemplo, a base de citronella. Nosotros estamos buscando algo similar pero aprovechando la flora nativa de la provincia. Si logramos una fórmula efectiva, el desarrollo podría ser beneficioso para las personas que tienen parcelas de monte nativo en sus chacras, ya que sería un recurso económico para ellas y también ayudaría a preservar estas especies”, explicó a la agencia TSS el doctor en Farmacia Carlos Altamirano, investigador de BioLab y docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM).

En el BioLab, se desarrollan distintas líneas de investigación relacionadas con la elaboración de bioinsumos a base de la flora nativa y mediante métodos sustentables. Entre ellas, están el estudio de plantas medicinales con potencial para producir nuevos fármacos y la elaboración de biofilms para la conservación de alimentos. Además de especialistas del BioLab, en el desarrollo de repelentes participan integrantes de la cátedra de Farmacobotánica de la UNaM y tesistas de grado y posgrado.

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Sobre el proyecto

El proyecto surgió a partir del diálogo con comunidades Mbya guaraní de la zona, que proveen muchas de las plantas que utilizan en el laboratorio a través de la cooperativa que montaron para comercializar sus cosechas. “Un día, nos comentaron que ellos usan la hierba pipí (Petiveria alliacea) para evitar la picadura de mosquitos, frotándose las hojas en la piel. Es una planta pequeña y tiene un aroma intenso”, cuenta Altamirano.

Por eso, decidieron estudiar las propiedades de esa planta para el desarrollo de repelentes. La otra elegida fue la Cordia curassavica, un arbusto aromático que tuvo resultados promisorios en la tesis realizada por un estudiante. Si bien comenzaron a analizar esas dos especies, no descartan incorporar otras.

Estos repelentes servirían para cualquier insecto volador, pero el énfasis está puesto en los vectores de enfermedades, como el mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue, zika, chikungunya y fiebre amarilla.

“También hay insectos que querés repeler, pero no los querés dañar por su importancia para el ecosistema, como las abejas. Las fórmulas químicas comerciales dañan a los insectos. La idea es que el nuestro sea sustentable, con mínimo impacto ambiental”, indica el investigador.