Cansancio de fin de año: qué es la inercia del sueño y cómo afecta
Especialistas explicaron que el hábito de reprogramar el despertador tiene un efecto nocivo que determina el estado de ánimo durante el día
A esta altura del año sentirse más cansado es normal. Es esperable que las obligaciones diarias, la rutina, el trabajo dentro y fuera de casa, y los compromisos sociales que se suman el mes de diciembre, entre otras cosas, den por resultado un estado de agotamiento que a veces parece no resolverse sólo con dormir.
De allí que por las mañanas, cuando suena la alarma que marca el inicio de un nuevo día, el sueño pueda más y sea grande la tentación de posponerla para dormir los famosos “diez minutitos más”. Y he allí el terrible error que marcará el estado de ánimo de gran parte del día.
Es que según explicó el médico neumonólogo y jefe del Laboratorio del Sueño del Hospital de Clínicas Facundo Nogueira (MN 84970), “una vez iniciado un ciclo de sueño, si se lo interrumpe a los 10 o 15 minutos, ese proceso se detiene, y cuando la persona se vuelve a quedar dormida el ciclo se reinicia desde cero nuevamente”.
Basta imaginar que ese proceso se repita tres o cuatro veces cada mañana para comprender el agotamiento con que quienes hacen esto comienzan su día. Y así lo seguirán, pues cada vez que alguien hace esto, tardará hasta cuatro horas en despertarse realmente y volver a tener foco.
Cómo funcionan los ciclos del sueño
“El sueño tiene dos grandes etapas, una llamada de ausencia de movimientos oculares rápidos (no REM por sus siglas en inglés) y otra de movimientos oculares rápidos (REM)”, comenzó a explicar en este punto el psicólogo y coordinador del programa de tratamiento del insomnio de Ineco Pablo López (MN 36163), quien es también el director académico de Fundación Ineco.
Para él, “esto es lo que se denomina la arquitectura del sueño, es decir, la organización formal del proceso de sueño”. Y amplió: “A su vez, la etapa no REM se divide en tres o cuatro fases (algunos autores hablan de tres y otros de cuatro y esto se debe a que las fases tres y cuatro, ambas de sueño profundo, son muy similares entre sí, por lo que algunos optan por unificarlas). Entonces, durante el sueño se pasa desde la etapa no REM, a la dos, tres o cuatro de acuerdo como esté dividido, donde las personas pasan de un estado de mayor vigilia, hacia un progresivo sueño cada vez más profundo, típico de las últimas fases de esa etapa”.
“Dentro de cada una de esas fases hay cambios en la temperatura corporal, la presión arterial, la frecuencia cardíaca, los movimientos, etc, y cuando terminan esas fases se pasa a la etapa REM, de sueño más profundo, en la que característicamente movemos los ojos en forma horizontal con los párpados cerrados y es la etapa del sueño en la cual se produce la actividad onírica, es decir, soñamos”, profundizó Nogueira, quien destacó que “ese ciclo de sueño se tiene que cumplir en forma continua y sin interrupciones para que el sueño sea reparador”.
Y agregó: “Todo este proceso dura entre 90 y 120 minutos, lo ideal obviamente es hacerlo de forma ininterrumpida y se va repitiendo a lo largo de la noche. Obviamente cortarlo tiene un efecto negativo, en el sentido de que se estaría interrumpiendo un proceso que debería darse de manera continuada”.
¿Cuál es el efecto de posponer la alarma para levantarse a la mañana?
Al respecto, López aseguró que “lo primero que tenemos que tener en claro es que si se tiene esa necesidad (de posponer la alarma) es porque algún tipo de privación del sueño o de calidad del sueño, de tiempo destinado al sueño está afectado. Porque eso significa que está costando mucho despertarse de forma espontánea automática”
Entonces, si se tiende a retrasar la alarma probablemente sea porque se viene arrastrando alguna dificultad del sueño y esto se expresa en una mayor inercia del sueño. Esto significa que “cuesta mucho más tiempo lograr el nivel de alerta esperado al despertarse y tener un nivel de atención óptimo, de concentración óptimo, una predisposición a la vigilia”, señaló.
“Y esta inercia del sueño aumenta entre otras cosas por tener pocas horas de sueño, lo que genera esa necesidad de dormir más tiempo, que el sueño sea cortado, las siestas prolongadas y el dormir mucho también genera inercia del sueño. Es decir, a nuestro organismo le va a costar muchísimo más lograr entrar en un estado de vigilia y de activación”, dijo.
Respecto a los efectos a nivel cognitivo de postergar la alarma, todavía la evidencia no es concluyente en ningún sentido. “Sí lo que se espera es la afectación propia de las dificultades del sueño, es decir, mayor problemas atencionales en la concentración y en algunas otras habilidades cognitivas que podrían afectar el desempeño diario del día siguiente”, aseveró.