Desconcierto y enojo en el Gobierno tras la votación de la Corte sobre la licencia de Lijo
Los jueces de la Corte García Mansilla, Lorenzetti, Rosenkrantz y Rosatti, el sábado durante la Asamblea Legislativa
La votación de la Corte Suprema contra el pedido de licencia de Ariel Lijo, que condicionó su asunción como juez del máximo tribunal a que renuncie a su juzgado, cayó como un bombazo en la Casa Rosada. En especial, por el voto en contra de Manuel García Mansilla, el académico que fue propuesto por Javier Milei por sus ideas y se transformó la semana pasada en el cuarto miembro del cuerpo.
Un sector de la mesa política de Balcarce 50 espera que el juez federal renuncie a su cargo en Comodoro Py y asuma en el tribunal supremo. Creen además que cuenta con los votos para sostener su designación en el recinto de la Cámara Alta y aseguran que lo nombrarán nuevamente en 2026 en el caso de que no consiga los dos tercios.
Lo mismo aplica para García-Mansilla. Los cercanos al Presidente buscan negociar los votos de los aliados y de los senadores del peronismo no kirchnerista que responden a gobernadores aliados. Mantienen la postura de que “Macri habla a título personal” y buscan negociar de las adhesiones de los bloques legislativos del PRO sin su participación.
Mientras tanto, en el círculo de Karina Milei buscaron disimular el desconcierto y deslizaron que la votación de García Mansilla fue una “demostración de que la independencia de la Justicia que pregona el Gobierno es real”. “Esto confirma que no buscábamos una mayoría automática”, dijo un asesor de la poderosa secretaria general de la Presidencia, en referencia a la cuestionada dinámica histórica durante la administración de Carlos Menem.
No les queda otra opción, luego de que el magistrado federal dejara trascender que no renunciará a su cargo como le exigió -virtualmente- la Corte con la resolución que se discutió y firmó esta mañana. Prefirió no correr el riesgo de perder su lugar como juez federal, un escenario posible en caso de que el Senado no apruebe su pliego antes de fin de año.
Santiago Caputo y su alterego en Justicia, Sebastián Amerio -segundo del ministro Mariano Cúneo Libarona- intentaron durante 11 meses, infructuosamente, que los pliegos avanzaran en comisión. Pero sólo lograron que reuniera las firmas el de Lijo, con apoyo de una parte del bloque de Unión por la Patria.
Su nominación estuvo a punto de tratarse en el recinto, pero horas antes se cayó la sesión que estaba prevista para el jueves 20. En parte, por el caos político que provocó el caso de la criptomoneda $LIBRA. Pero especialmente porque el oficialismo no alcanzó el acuerdo de fondo que buscaba con Cristina Kirchner, que buscaba un pacto más amplio que incluyera consensuar al Procurador y las vacantes en 150 juzgados de todo el país, entre otros puntos vinculados a la agenda judicial, donde la ex presidenta está complicada.
Tras el fracaso de esa comisión, Milei avanzó con los nombramientos en comisión. El de García Mansilla prosperó: juró ante la Corte la semana pasada (aunque su designación es endeble: está sujeta al plazo de un año, hasta el 30 de noviembre). El de Lijo quedó frenado hoy, por tres votos contra uno. Se descontaba que el voto favorable había sido de Ricardo Lorenzetti, defensor de Lijo; pero hasta las primeras horas de esta tarde no se conocía cómo había resultado exactamente su votación. Finalmente, la CSJN publicó el documento, donde no figuraba su firma.
En el oficialismo, a pesar del tropezón, se mostraron optimistas: creen que a la larga, el kirchnerismo cederá. Y, en caso contrario, avisan que tienen un as bajo la manga. Especulan con aplazar la fecha límite para que expire el nombramiento en comisión de García Mansilla hasta después del 10 de diciembre, cuando habrán asumido los nuevos senadores libertarios que esperan introducir en la Cámara alta tras unos comicios que, auguran, les permitirán aumentar significativamente el peso violeta en el Congreso.
Por lo pronto, parece difícil que el Senado le dé visto bueno al pliego de Lijo en un año de elecciones legislativas, donde tanto los libertarios como los kirchneristas deben exagerar sus discrepancias y evitar que se noten los puntos de contacto.