"Una estafa": decepción y enojo por el breve show de Luis Miguel en Córdoba

El mexicano cantó menos de una hora y, aparentemente disgustado por la llovizna, se fue intempestivamente. Muchos espectadores silbaron y pidieron la devolución del dinero.
viernes 15 de marzo de 2024

Romance interrumpido. La palabra que atraviesa la carrera de Luis Miguel –por sus cuatro discos de boleros titulados con ese término como eje, por la relación con sus fans incondicionales– es apenas la primera de una frase que sintetiza lo ocurrido en la noche de este jueves en el estadio de Instituto, que esta vez no se vistió de Monumental por el breve y decepcionante concierto que marcó el regreso del Sol de México a Córdoba.

A cinco años de su último paso por la ciudad –en febrero de 2019 y en el ya desaparecido Orfeo Superdomo–, el artista mexicano tenía todo para ratificar lo anticipado en sus tres recientes actuaciones en Buenos Aires: que a sus 53 años vive uno de los mejores momentos de su carrera. Sin embargo, la lluvia trastocó los planes y los gritos de “estafa, estafa” cerraron una noche de fiesta interrumpida.

El concierto de Luis Miguel estaba dividido cinco tandas y un total de 21 canciones, tal como pasó en Buenos Aires este fin de semana. En su presentación en Córdoba, solo cantó tres tandas acompañado de un cambio de vestuario tanto para él como para sus coristas.

Una noche para el olvido

Para las 20.30, las tribunas y las butacas improvisadas del campo lucían prácticamente llenos y la hinchada del mexicano se hacía escuchar entre cantitos, olas y algarabía en estado puro. Pero no hubo punto de comparación con lo que sucedió una hora y cuarto más tarde, cuando la oscuridad derivó en estallido y los decibeles se potenciaron a puro alarido. Con la multitud convertida en puntos luminosos mediante las pulseras que se han vuelto norma en los grandes shows, la banda tomó sus posiciones. La nave musical se puso en marcha y dejó todo listo para que Luis Miguel aparezca como el protagonista unívoco de miradas y flashes que viene recibiendo desde su infancia.

Promediando los 50, de traje y fina estampa hasta para bajar las escaleras, “el Sol” destiló elegancia y actitud. Y sólo una sonrisa suya bastó para desatar otro instante de delirio popular.

Decepción colectiva

El comienzo marcó el inicio de un banquete de hits de todas las épocas. Será que no me amas y Amor, amor, amor mostraron al cantante algo incómodo con su monitoreo pero con el oficio de un entretenedor imbatible, respaldado además por un ensamble de lujo. Pero los problemas de sonido no fueron corregidos y se mantuvieron durante toda la noche.

Después llegó el momento de escuchar otros clásicos como Suave y Dame, luego sería el turno de las baladas imponentes (Culpable o no, Hasta que me olvides), el primer fragmento del show confirmó las credenciales de una banda a la altura del mito viviente que es Luis Miguel. Uno que además es capaz de levantar temperatura con un vaivén de pelvis y, casi al instante, conmover con su voz en una modulación solo apta para cantantes todoterreno.

Luego de Por debajo de la mesa y No sé tú, se produjo un intervalo en el que, aparentemente, se ajustaron cuestiones técnicas y se secó el escenario mojado ante la llovizna persistente. Algunos minutos más tarde el mexicano reapareció en escena y su sonrisa volvió a encandilar.

Todo parecía resuelto pero tras La incondicional (otro pico de emoción compartida), llegó el momento más desconcertante del show (al menos hasta ahí). Uno de los asistentes personales/guardias que acompaña al popstar se acercó con un paraguas y no se despegó del cantante, en una imagen insólita pero para nada incongruente con el perfil de figura extravagante que ostenta “Luismi”.

La tormenta, el seguridad y el paraguas secundaron al cantante en una seguidilla bailable que incluyó Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul y Cuando calienta el sol. Hubo mezcla de risas y sorpresa por esa imagen de divo en su máxima expresión, pero lo que nadie esperaba es que esa fuera la despedida definitiva de un concierto que no alcanzó los 50 minutos de duración.

Ante un público incrédulo, el astro y sus 13 músicos se despidieron entre gestos tímidos hacia la platea y en medio de un clima de incertidumbre que rápidamente se convirtió en indignación.

A las 22.55, el show de Luis Miguel en Córdoba ya era historia. Las luces del estadio prendidas vieron el inicio de la lenta (e inevitable) peregrinación a casa, que se produjo entre quejas y un descontento general cada vez más marcado. Podría haber sido una noche inolvidable por más de una razón, pero lo cierto es que será un recuerdo amargo para casi 20 mil personas que vieron cómo el sol se apagó ante la lluvia. Y no, esta vez no hay fenómeno meteorológico al que se le pueda echar la culpa. / La Voz

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