Francisco cumple 12 años de pontificado en el hospital
El entonces arzobispo de Buenos Aires viajó a Roma para participar del cónclave cardenalicio porque el papa Benedicto XVI había renunciado. Días más tarde comenzaba su ministerio petrino
El papa Francisco continúa hospitalizado en el hospital Gemelli de Roma desde el 14 de febrero debido a una neumonía en ambos pulmones, aunque su estado ya no es considerado crítico.
La Oficina de Prensa de la Santa Sede informó este jueves que el Pontífice pasó una noche tranquila y que su evolución sigue siendo favorable, aunque sin una fecha definida para su regreso al Vaticano.
El lunes pasado, la Santa Sede confirmó que Francisco “ya no corre peligro inmediato” y que su pronóstico ya no es reservado. Sin embargo, el martes señaló que, aunque su estado es estable y muestra una leve mejoría, el cuadro sigue siendo “complejo”, por lo que los médicos han optado por una recuperación cautelosa antes de darle el alta.
En cuanto a su tratamiento, el mismo incluye cánulas nasales de oxígeno a alto flujo durante el día y el uso de una máscara de ventilación asistida por las noches, medidas que buscan garantizar una oxigenación adecuada y evitar complicaciones respiratorias.
12 años de pontificado de Francisco, el Papa que nadie esperaba
Doce años han transcurrido desde aquel inolvidable 13 de marzo de 2013, cuando a las 19:06, hora de Roma, la fumata blanca de la chimenea de la Capilla Sixtina precedió a la sorpresa del anuncio del nombre del primer Papa no europeo en más de 13 siglos. Se trataba de un desconocido para el gran público: el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, no figuraba entre los más mencionados como posibles sucesores de Benedicto XVI. Pero al interior del colegio cardenalicio que debía elegir al nuevo Papa, el cardenal argentino se había ganado reconocimiento y respeto, en especial desde que, en 2007, en la reunión del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano) en Aparecida, Brasil, a la que asistió Benedicto XVI, el entonces impensado futuro Papa escribió las grandes líneas del programa de renovación de la Iglesia. El documento final de la reunión exponía la necesidad de reforma de la Iglesia para llevarla hacia las periferias. Esos ejes fueron luego retomados en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, publicada en noviembre de 2013, documento que muchos consideran es el programa de su pontificado.
Desde el comienzo, Francisco dio señales de los cambios que deseaba hacer a través de señales fuertes. Una Santa Sede que no se pareciera tanto a una corte renacentista y más a una iglesia de puertas abiertas. Una Iglesia que fuese hospital de campaña -donde se curan las heridas antes que cualquier otra cosa- y no una aduana, que controla y filtra los ingresos.
Al día siguiente de su elección, Francisco fue al hotel en el que se alojaba a pagar personalmente la cuenta y anunció que no viviría en el Palacio Apostólico, una medida que apuntaba sobre todo a evitar el aislamiento.
Austeridad y cercanía a los fieles. Cárceles, hospitales, villas miseria, asilos de ancianos, campamentos de refugiados, son los sitios a los que a Francisco ha ido en cada una de sus salidas, tanto en Italia como en sus viajes al exterior. Es en otra escala lo mismo que hacía el arzobispo de Buenos Aires, incansable caminador de todos los barrios de su arquidiócesis, organizador de la pastoral villera, predicador incansable contra la trata.
Estos gestos, sumados a sus homilías casi cotidianas en Santa Marta, y las audiencias públicas en Plaza de San Pedro, lo presentaron rápidamente al mundo como un pastor, un párroco de la última de las iglesias, ahora instalado en la sede apostólica y observado por el mundo entero, pero fiel a su estilo de siempre. Una forma de acercar la Santa Sede, con frecuencia vista como una torre de marfil, a todos y cada uno de los creyentes.
Sus esfuerzos por acortar la distancia -geográfica y simbólica- entre la superestructura vaticana y el pueblo de Dios fueron incesantes en estos doce años.
Para cumplir con su programa, Francisco ha reformado la Curia. en primer lugar a través de la creación de un órgano colegiado de cardenales para asesorarlo en el gobierno de la Iglesia y para preparar un proyecto de reforma de la estructura vaticana; trabajo arduo y delicado que vio la luz recién en marzo de 2022, cuando se promulgó una nueva constitución apostólica.
La aspiración era lograr una estructura más misional, que estuviera más al servicio de la evangelización y de cada parroquia para poder “elevar desde el terreno las mejores iniciativas tomadas por los católicos”
Era una convocatoria a que las iglesias locales jugaran un mayor rol a través de un impulso a la sinodalidad.
Es conocida la permanente prédica de Francisco contra el clericalismo, la política de círculo, aislada de las bases.
Además de los órganos financieros y administrativos, también cambió el Colegio cardenalicio, en el que 80 por ciento de los cardenales que votarán al próximo Papa, han sido nombrados por Francisco con el criterio de un mayor equilibrio geográfico, reduciendo la presencia de europeos y nombrando cardenales en los países del sur del mundo: Tailandia, Birmania, Vietnam, Nueva Zelanda, etc. Y obviamente de Sudamérica; también hay menos funcionarios vaticanos entre los nuevos cardenales.
Bergoglio siempre decía que la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción; de ahí su estilo pastoral que pone el acento en la misericordia, la apertura y la cercanía. Se mostró abierto y compasivo hacia los homosexuales y los divorciados vueltos a casar. Muchas recordarán su célebre frase: “Si una persona gay busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?” Pero al mismo tiempo condenó lo que llamó el “lobby gay”. “el problema no es tener esta tendencia, sino hacer lobby”, dijo.
Francisco hizo 47 viajes apostólicos fuera de Italia en estos 12 años, visitando 66 países, con una clara predilección por las periferias. “Hay que ir a la periferia si se quiere ver el mundo tal cual es”, suele decir. Su concepto de periferia es geográfico pero sobre todo existencial: por eso en cada viaje lava los pies de personas humildes o marginadas, visita los barrios carenciados, los hospitales, las cárceles…
En 2024, aun afectado por limitaciones físicas, hizo el viaje más largo de su pontificado: visitó Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.
Visitó seis países que nunca habían recibido a un Papa: Birmania, Macedonia del norte, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Bahrein y Sudán del sur.
Dentro de Italia, su primer viaje fue a la isla de Lampedusa, puerta de entrada a Europa de tantos migrantes africanos, para denunciar que el Mediterráneo se había convertido en un gran cementerio y criticar “la globalización de la indiferencia”.
Otra prioridad de su pontificado fue el diálogo ecuménico e interreligioso. En su viaje a Tierra Santa, en mayo de 2014, estuvo acompañado por el patriarca Bartolomé I de Constantinopla y protagonizó un abrazo de tres religiones en el Muro de los Lamentos con sus amigos el rabino Abraham Skorka y el referente de la comunidad islámica Omar Abboud.
En junio de 2015, impactó con su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la Creación, mostrando una vez más la capacidad de la Iglesia para abarcar todas las realidades. Ahora bien, en una entrevista libro en 2017 (”Papa Francisco. Latinoamérica”, de Hernán Reyes Alcaide, Planeta 2017) Francisco aclaró: “Laudato Si’ no es una ‘encíclica verde’. Es una encíclica social. Expresa la indisoluble relación entre el cuidado del ambiente y la justicia social”.
Tildado con frecuencia de populista, el papa Francisco, que claramente no cree en la teoría del “derrame”, aclara sin embargo: “No propongo la cultura cómoda de la dádiva o del subsidio permanente”. Y, citando Evangelii Gaudium, reitera: “Ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”; lo que corresponde es “una creación de fuentes de trabajo, una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo”. “Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable”, insistió, en la citada entrevista. Pero también advirtió que quienes “absolutizan la libertad de mercado, sobre todo la libertad de las grandes empresas, como principio fundamental de la vida social”, olvidan que no todos nacen con los mismos privilegios y oportunidades. “Sería muy irresponsable dejar a los débiles solos entre los engranajes de este mundo voraz. Sería un ‘alegre descuido’ que tarde o temprano nos caerá encima”, dijo.
Desde la Argentina, lamentablemente, buena parte de la dirigencia juzgó al Papa con las mismas categorías superficiales y cortoplacistas con las cuales actúan en el escenario local. En el fondo, es más fácil, más cómodo, fijarse en si recibió a tal o a cual, si le sonrió a uno y no a otro, o detenerse en cronometrar las audiencias, que dejarse interpelar por la profundidad de su mensaje.
Los que supuestamente adherían a él, fueron mayormente a robarle tiempo, a mostrarse en una foto, sin asumir ninguna misión, ningún deber; más aún, varios hicieron lo contrario de lo que dictan los valores cristianos con el cínico argumento de “soy católico (o católica), pero…”
La Argentina le ha dado un Papa al mundo, pero no ha tomado plena conciencia del sentido y profundidad de ese hecho, que el tiempo no hará sino agigantar.
Hay tiempo para rectificar. El Papa se está recuperando y, aunque tal vez en adelante esté físicamente más limitado, como él mismo dijo, cuando empezó a usar la silla de ruedas, “la Iglesia se gobierna con la cabeza, no con la rodilla”.
Para el mundo, Francisco ha sido un líder y protagonista en la escena mundial, respetado y escuchado por muchos políticos; en ciertos momentos con más intensidad, en otros no tanto, para desgracia de un mundo que, en la posguerra fría no ha cumplido sus promesas de mayor pluralidad y diálogo, sino que por el contrario ha visto exacerbarse los conflictos.
En ese marco, resalta aun más el mensaje de Francisco que, en el plano espiritual, ha propuesto “una Iglesia facilitadora, y no una Iglesia admonitoria”. Y en el plano mundial, ha llamado incansablemente a la fraternidad.
Seguramente ahora, como dijo cuando cumplió diez años de papado, su deseo será el mismo. Parafraseando: “Para mis doce años de pontificado, regálenme la paz”.