Corrida de parte de la agenda internacional y en segundo plano dentro de la prioridades de Estados Unidos, la invasión de Rusia a Ucrania sufrió una nueva escalada de violencia en las últimas semanas.

Según su presidente Volodimir Zelensky, en la última semana se registraron unos 500 lanzamientos de misiles balísticos y drones a Ucrania por parte del Kremlin. La jornada más cruenta fue la de este martes a primera hora, con ataques puntuales a la capital Kiev y la ciudad de Jarkov.

“Uno de los serios problemas es que después de casi dos años de guerra a gran escala, el cerebro humano empieza a adaptarse y el sistema de ‘respuesta rápida’ del cerebro va cediendo poco a poco. Durante este tiempo la gente ya se ha dado cuenta de que no todas las alarmas significan una explosión. Al parecer, los rusos también cuentan con esto”, relata Alina sobre una problemática presente ante la extensión del conflicto.

"Respuesta rápida" y "adaptarse": cómo se vive un bombardeo en Kiev a dos años de la invasión
Rescatistas colaboran con un ciudadano afectado por los ataques del 2 de enero. Crédito: Vyacheslav Madiyevskyy/Reuters

“Es difícil imaginar a la gente bajando y saliendo de los refugios siete veces al día, o en plena noche. Sobre todo si vives en los pisos superiores. La gente se está adaptando e intenta seguir la situación a través de canales de monitoreo que informan sobre el posible peligro de un impacto. Pero nunca se sabe cuándo puede llegar un misil ruso a tu casa... por eso se insta constantemente a los ucranianos a no ignorar las alertas de ataque aéreo y a bajar siempre en un refugio”, agrega la analista política local.

La diferencia de lo ocurrido este martes en relación a los lanzamiento previos recae en el uso de misiles balísticos, los cuáles logran eludir con mayor facilidad los sistemas de defensa antiaérea y las alarmas no llegan a activarse. Esto provoca que los ciudadanos no logren alcanzar los refugios y sólo puedan esconderse en sus viviendas.