Lo peor está por venir y Cristina tiene en mente una decisión crucial

Movimientos fuertes rumbo a las elecciones 2023: quién es el candidato sorpresa que prepara Milei para La Matanza y los pedidos del establishment a Macri. Más presión para Larreta y Bullrich.
domingo 14 de mayo de 2023
Sergio Massa y Cristina KIrchner, tiene algo entre manos.
Sergio Massa y Cristina KIrchner, tiene algo entre manos.

Por Santiago Fioriti.-  El jueves a la tarde, un día antes de que lo difundiera el Indec, Alberto Fernández y Sergio Massa ya conocían el número de inflación. Discutían en el despacho presidencial sobre cómo encarar el día después. No se podría decir que el ambiente era una usina de ideas. Hace nueve meses que deliberan sobre cómo frenar la escalada de precios, las recetas son siempre similares y el plan, si es que lo hay en el sentido amplio de la palabra, sucumbe. El Presidente y el ministro de Economía también abordaban asuntos banales. Uno de ellos, que no era del todo banal pero sí intrascendente a esta altura de los acontecimientos, concentraba la atención de ambos: hasta qué punto se filtran las internas en los medios y afectan la gestión. Ese día, el ministro había tratado de despegarse de los conflictos: “No nos entra un quilombo más, necesitamos orden político para que haya orden económico”. Unas horas más tarde, cuando entraba la noche, uno de los pocos albertistas que logró resistir en su cargo, planteó: “¿Por qué no pone orden Sergio? ¿Ya dejó de ser superministro?”.

En el entorno presidencial se palpa a menudo cierto desdén en los comentarios dirigidos hacia Massa. Si se observa la entrevista de Fernández en Radio 10 podrá notarse que pareció una réplica al pedido constante de Massa de ir a las PASO con candidato único. O sea, con él solo. Hay una espina clavada entre quienes conviven con Fernández: consideran que el tigrense fue parte del operativo de desgaste que La Cámpora y la propia Cristina ejecutaron contra Martín Guzmán, que terminó con su renuncia y desató una crisis cambiaria fenomenal. Eso hace que, cuando una vez por mes el Indec desnuda la única verdad, aquellos comentarios se vuelven más sarcásticos.

La palabra superministro desapareció del vocabulario massista. Quizá, los integrantes del Frente Renovador hasta estén arrepentidos de haber influido sobre ciertos medios y periodistas en el momento en que se produjo el cambio de ministros para que al nuevo funcionario lo trataran como a un primer ministro. Massa asumió el 3 de agosto de 2022. En efecto, le dieron toda la botonera: el manejo de Hacienda, de Energía, de Transporte y de Agricultura, y un sillón clave en el Banco Central.

La delicadísima situación en los mercados de entonces obligó a Alberto Fernández y a Cristina a aceptar las condiciones que ponía Massa. El dólar blue había superado los 300 pesos en la corta gestión de Silvina Batakis (contra $ 239 que valía el día antes de la salida de Guzmán), el riesgo país tocaba los 2.500 puntos y la inflación interanual ascendía al 75%. Hoy, la moneda estadounidense llega a los 474 pesos en el mercado informal, el riesgo país sigue en los mismos niveles y la inflación acaba de ingresar en un nuevo récord: 8,4% en abril y 108,8% en los últimos doce meses. Más del doble que la heredada de Mauricio Macri.

Massa desembarcó en el Palacio de Hacienda con la meta de bajar la suba de precios medio punto por mes. Tuvo, al principio, un resultado positivo: la inflación de noviembre descendió a 4,9%. Eso entusiasmó al ministro al punto de anunciar, al poco tiempo, que la inflación arrancaría en marzo con un tres adelante. La tormenta se le vino encima y no cesa: el Indec registró subas del 6% en enero, del 6,6% en febrero, del 7,7 en marzo y del 8,4% en abril. Y lo peor no pasó. Lo peor está por llegar.

Con los aumentos de tarifas, prepagas y de transporte previstos para este mes, las consultoras privadas más optimistas hablan de que en mayo el número arrancará con el 9 adelante; otras dicen que, sin dudas, escalará por encima de 10. En el Observatorio de la UCA ya tomaron nota. Dicen que la pobreza pegará un nuevo salto. Resta saber si el FMI adelantará, al menos en parte, los desembolsos previstos para este año. Si no lo hace, el combo de malas noticias podría volverse demasiado peligroso.

El desencanto en el Gobierno genera reacciones diversas. El ala albertista se pregunta qué habría pasado si Guzmán hubiera tenido el respaldo de toda la coalición que sí le dieron a Massa, quien -incluso- lleva adelante un ajuste más duro que su predecesor y es más permeable a los designios del FMI. No se puede decir que Guzmán haya sido, justamente, un buen ministro. El fracaso en sus políticas inflacionarias lo eyectaron de la silla. Sus metas nunca se cumplieron. Aun así, no falta quien, al ver las cifras que mes a mes empeoran, se animan a bromear: “Volvé Guzmán, te perdonamos”.

Frente a este panorama, y a poco más de un mes del cierre de listas (24 de junio), Cristina debe tomar una decisión crucial. Ella también eligió a Massa como ministro y le hizo guiños claros a su eventual candidatura presidencial. Pero la líder del espacio hoy no sabe qué hacer. ¿Se arriesgará a apostar por Massa con estos números?

En el entorno de la vicepresidenta se lo preguntan con desvelo. Es lógico. ¿Que pasaría si, una vez lanzado a la competencia, la inflación se disparara a niveles aún mayores? ¿Cómo sería hacer campaña así? ¿Qué ocurriría si sobreviniera una nueva corrida y ya no hubiera tiempo de volver atrás? Son preguntas que también se hacen en La Cámpora. Con mayor insistencia, desde el viernes a las cuatro de la tarde.

Máximo Kirchner viene sosteniendo desde hace meses que no hay que descartar a Axel Kicillof como presidenciable. Cristina duda. En algún momento, Cristina fantaseó con la fórmula Massa-Wado de Pedro. El ala feminista de su agrupación sugirió otro binomio, que a la vice le agrada, y que también contaría con el sello camporista: Massa-Anabel Fernández Sagasti.

Mientras el Gobierno entra en un cono de sombras cada vez más angosto, en Juntos por el Cambio siguen sin poder capitalizar del todo el descontento social. Las internas no paran y el establishment se lo hace saber a los candidatos. En el PRO pasan los días y no pueden ni siquiera acordar un candidato en la Ciudad. Horacio Rodríguez Larreta montó una foto gigante con todo su equipo para respaldar a Fernán Quirós. Sus colaboradores principales lo aplaudieron, pero en ciertos espacios de debate se preguntaron si no sería más oportuno que presentara un equipo para gobernar el país. Patricia Bullrich minimiza la pelea porteña, pero el Círculo Rojo le exige precisiones sobre su eventual programa económico. No es un tema en el que ella se sienta muy cómoda y será un eje central para la Argentina que viene.

Mauricio Macri es el que más reproches recibe. Hubo, quizá, un error de cálculo cuando decidió bajarse de la competencia. Es cierto que al principio cosechó elogios, pero luego -ante la decisión de Larreta de convocar a elecciones concurrentes en la Ciudad, que desató una crisis- los mismos que le pedían una definición ahora se preguntan si no se precipitó.

El crecimiento de Javier Milei inquieta al establishment. Milei se regocija con esa situaciones. Más de un empresario quiso sentarse en mesas de discusión para hacerle preguntas concretas y ver hasta qué punto sus dislates son propios de sus apariciones mediáticas o de sus convicciones. En más de una ocasión, Milei se negó. La otra pregunta que quieren hacerle es con quién piensa gobernar si, eventualmente, le tocara llegar a la Casa Rosada. Luce demasiado solo.

Macri ha vuelto a recibir presiones para que intervenga en la disputa Larreta-Bullrich. Muchos plantean que, ante el riesgo de que Milei se convierta en el candidato opositor más votado -por no llevar competencia- debería haber un acuerdo para que uno de los dos, más tarde que temprano, pudiera bajarse. Hoy parece difícil.

Kicillof terminó de abrir una grieta en Juntos por el Cambio esta semana, cuando deslizó que está pensando en desdoblar las elecciones para gobernador. Solo en el PRO existen cinco candidatos: Diego Santilli, Cristian Ritondo, Néstor Grindetti, Joaquín De la torre y Javier Iguacel.

Las batallas en la principal fuerza opositora derivó en otro hecho preocupante. Juntos por el Cambio, como marca, inició un descenso en los sondeos de opinión pública. El Frente de Todos es indisoluble de Cristina, como La Libertad Avanza es indisoluble de Milei. En cambio, Juntos por el Cambio es una marca abstracta, que siempre fue más importante que los nombres. “Lo de Milei se nos fue de las manos”, reconocen las voces más potentes de Juntos.

El economista libertario avanza, mientras la política tradicional y buena parte del Circulo Rojo esperan que la población entienda que su programa de Gobierno sería impracticable. No solo Cristina apela al voto del miedo.

Milei todavía no definió quién será su candidato en la provincia de Buenos Aires. Pero tiene conversaciones avanzadas para plantar un candidato a intendente en La Matanza, el principal distrito bonaerense. Se trata de un cantante de cumbia, mediático, polémico y antikirchnerista. Se llama David Adrián Martínez, pero todos los que lo conocen le dicen El Dipy. 

Fuente: Clarín

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