Desesperación en La Cámpora: ¿y si Cristina no es candidata, qué?

Tensión entre los líderes de la agrupación K: la estrategia de la vicepresidenta, los movimientos subterráneos y un consejo para Massa. Cumbre larretista hasta la medianoche en un hotel porteño.
domingo 12 de marzo de 2023
Wado de Pedro en un plenario de La Cámpora
Wado de Pedro en un plenario de La Cámpora

Por Santiago Fioriti.- —Oscar, ¿esto de Avellaneda va en serio?

Oscar Parrilli miró a su interlocutor con cara de fastidio. No era el primero que se lo preguntaba en los días previos al acto, pero sí, quizás, el más insistente.

—Ni en pedo. Cristina no es candidata ni en pedo —contestó el senador y dio por terminada la conversación.

Nada detuvo, sin embargo, el show de artificios, ayer, en la Universidad Tecnológica Nacional. Los discursos contaron con algunas frases rimbombantes para seguir instalando una suerte de “operativo clamor” que pueda hacer rever su voluntad. El espíritu de la convocatoria no fue menos pretencioso: “Luche y vuelve”, que remite a épocas muy lejanas. Demasiado, tal vez, para una agrupación que intentó asomarse a la vida pública como “lo nuevo”. Más del 75% de la población argentina actual no había nacido cuando el 11 de marzo de 1973 Héctor Cámpora -como delegado de Perón- fue elegido presidente para poner punto final a la proscripción del peronismo, luego de 18 años.

Hubo un diseño para enaltecer la fecha y poner en igualdad de condiciones a la vicepresidenta. Los fanáticos pudieron estimularse en la universidad y vibrar en el micromundo de Twitter. Algunas horas de euforia nunca vienen mal. Hasta que pasan y la realidad vuelve a ser la que era. No hay milagros por ahora en el escenario del Frente de Todos.

La ex presidenta no cuenta con argumentos para sostener que ella también es una proscripta (menos después de la contundencia de las 1.616 páginas que firmaron los jueces Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Andrés Basso para fundamentar la condena a seis años por corrupción en la causa Vialidad) y la estrategia se deshilacha a medida que se profundiza. Cristina pronunció la palabra proscripción varias veces en su presentación en Viedma. Retroceder no es lo que más le atrae, pero no son pocos los que advierten que acaso esté arrepentida de haber montado semejante escena cuando la Justicia la condenó, el 6 de diciembre, y ella reaccionó con furia en Youtube. Podría competir este año porque la sentencia no está firme. No quiere, simplemente.

Lo que no aparece con claridad son los motivos. Si está cansada o si no tiene ganas de afrontar una campaña con el sello de condenada; si está agobiada por las causas judiciales que aún siguen latentes; si teme a una derrota o, todo lo contrario, si piensa que puede ganar pero que el regreso la obligaría a enfrentar un complejísimo escenario económico.

Los fieles cristinistas necesitan instalar que ella debería rever su anuncio de “no ser candidata a nada”, de no estar “en ninguna boleta”. Aunque más no fuera como método de supervivencia hasta tanto pueda alumbrar a un candidato o condicionar los movimientos de los que están en carrera, en especial los de Alberto Fernández, al que quieren fuera del ring de manera urgente. Pero el truco no surte efecto. Fernández no se baja, Daniel Scioli dice que quiere ser y Axel Kicillof se aferra a la Provincia. Ni los que trabajan más cerca de ella, como Parrilli o como el intendente y comandante del distrito del acto de ayer, Jorge Ferraresi, están convencidos del plan. Uno de los dirigentes que se movía de un lado al otro con los preparativos en Avellaneda, decía el viernes: “Estamos preparando la torta y las velitas, pero no hay ningún cumpleaños”.

La Cámpora ha entrado en una fase inédita desde su fundación, el 28 de diciembre de 2006, cuando Néstor Kirchner vivía y auguraba veinte años de alternancia entre él y su esposa. “Los pibes están desesperados porque no encuentran candidato”, dicen los kirchneristas que no simpatizan con la agrupación. No se trata solo de la presidencia de la Nación. La experiencia con Alberto Fernández pudo haber salido mal, pero los puestos en el Estado no se tocaron nunca. De eso también se habla cuando se mira el futuro. Los camporistas manejan varias de las cajas más codiciadas de la administración. El PAMI, por ejemplo: según el Presupuesto, este año tiene asignados 329 mil millones de pesos; o Aerolíneas Argentinas, que cuenta con 90 mil millones de pesos. Ni hablar de la ANSeS, que administrará 13 billones de pesos durante 2023.

Luis D’Elía instaló una frase que hoy repiten en la Casa Rosada quienes buscan hacerle daño a los camporistas: dicen que sus dirigentes son una mezcla de Eduardo Duhalde cuando quieren pelear por las cajas y los lugares en las listas y de Myriam Bregman cuando pretenden enfrentar al FMI con “una ideología oxidada”. Nadie renuncia y a nadie se lo echa. La lista de expulsados desde 2019 hasta la fecha solo está integrada por albertistas.

D’Elía, desde los márgenes, Aníbal Fernández, desde el Ministerio de Seguridad, y Gabriela Cerruti, desde su televisado atril de Balcarce 50, se han convertido en tres de los principales rivales mediáticos de La Cámpora. “Dejen de molestar al Presidente y de meterse en la gestión”, dijo el ministro. Aníbal, Cerruti y D’Elía pegan donde duele. Un sector del electorado propio no perdona que hayan hostigado con tanta frecuencia al primer mandatario desde el corazón del Frente. Eso explica en parte por qué Cristina aflojó con sus estocadas y por qué abandonó el género epistolar.

Durante las estadías en el poder, nunca había pasado que, desde adentro, ataquen a La Cámpora. Las críticas coinciden con fuertes tironeos en la misma agrupación. Son inocultables las fricciones entre sus principales protagonistas: Máximo Kirchner, Eduardo De Pedro, Andrés Larroque, Fernanda Raverta y Luana Volnovich, entre otros. Desde la renuncia de Máximo a la presidencia del bloque de Diputados nada fue igual. La tensión se esparce entre la militancia. Hay otro hecho insoslayable: hace unos años, La Cámpora estaba en condiciones de llenar la Plaza de Mayo solo con jóvenes, sin la necesidad de micros ni choripán gratis. Hoy no. Miles de adolescentes se fugaron. Y un sector de la nueva generación mira con cariño el mensaje antisistema de Javier Milei.

La presencia del ministro del Interior en Expoagro y sus fotos con directivos de Clarín y La Nación colaboraron con aquella interna. Bastaba con escuchar los programas de radio partidarios para palpar el descontento. Es un lindo ejercicio para entender cómo piensan los que se ven a sí mismos como defensores del legado kirchnerista. ¿Para quién juega Wado? ¿El campo y los medios no eran la mafia? Fue lo más suave que se preguntaron. No son críticas que pasen inadvertidas en la interna. Se trata de los ciclos que escuchan sus propios votantes.

¿Y Sergio Massa? La opción Massa-Wado era la que más entusiasmaba a Cristina hasta hace un tiempo. Se hablaba de ese orden para una fórmula, o hasta de una interna entre ellos. La frustración permanente por la suba de precios congeló por el momento la iniciativa. La Argentina ingresó a marzo con una curva inflacionaria ascendente: en noviembre fue de 4,9, en diciembre de 5,1, en enero del 6% y en febrero -se conocerá el martes la cifra del Indec- habrá un porcentaje similar.

Massa había prometido una inflación para marzo que empezara con un tres adelante. “Por su bien, se tiene que olvidar de dar proyecciones hasta las elecciones”, aconsejan los que apuestan a su postulación. Frente al paso en falso de sus previsiones, Massa dejó trascender que él habló de una inflación de tres para que terminara siendo de seis; que si hubiera dicho que iba a ser de seis, habría ayudado para que fuera de diez. Los que no lo quieren del todo no se privaron de ironizar: “Qué lástima que no dijo que iba a ser de cero, así llegábamos a tres”.

Aun con una inflación récord y con salarios “súper deprimidos”, según el último discurso de Cristina, Massa no sale ni quiere salir de la grilla. Es más, en el comando de campaña de Horacio Rodríguez Larreta lo ven competitivo y como el mejor posicionado del Frente de Todos. Al menos así se comentó en una cumbre del martes por la noche en el restorán Elena, en el Four Seasons. Larreta llegó después del estreno de “Resurrección”. Lo esperaban Federico Di Benedetto, el hombre que protege las encuestas cualitativas y cuantitativas bajo siete llaves; Diego Santilli, el postulante a la gobernación; y Edgardo Cenzón, uno de los nexos larretistas con el establishment, que trabajó para la campaña de Mauricio Macri en 2015.

“Vinimos a ordenar al Pelado”, dijo uno de ellos. Ordenar es una forma de decir. En la cena se planteó que se mantendrá el discurso antigrieta. El jefe de Gobierno confió que, aunque lo critiquen, ese es el camino y que está avalado por los sondeos. Por los sondeos y por alguien que colabora en las sombras para él y con el que se verá en persona cuando venga a Buenos Aires: Jaime Durán Barba. “La pelea onanista de los viejos políticos está hundiendo a Ecuador, Argentina, Perú, Chile..., mientras el mundo del futuro se toma nuestras casas”, es el mensaje de Jaime.

Larreta se fue antes que el resto de los comensales, cuando faltaban quince minutos para la medianoche. De casualidad no se cruzó con Guillermo Coppola y Jaime Stiuso, que cenaron en el mismo hotel y se quedaron charlando en la puerta. “Horacio estaba apurado. Anda enamorado”, dijo uno de sus socios políticos, y largó una carcajada. 

Fuente: Clarín

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