La jugada de Cristina que arrinconó al Presidente

Alberto Fernández resiste y su vice duda qué hacer este año. Entretelones de una pelea que asoma sangrienta. Kicillof y Máximo Kirchner jugaron fuerte en la interna del PJ. 
domingo 19 de febrero de 2023
La mesa del Frente de Todos
La mesa del Frente de Todos

Por Santiago Fioriti.- "Qué bueno estar acá y volver a encontrarnos. Tenemos que empezar a organizarnos”.

El jueves, a las 20.15, Alberto Fernández le daba la bienvenida a la mesa política del Frente de Todos, sentado a una amplia mesa del auditorio de la sede nacional del Partido Justicialista, en Matheu 130, en el edificio que se construyó cuando gobernaba Carlos Menem, pero que hoy, tras una inundación, luce remodelado. Los periodistas estaban afuera, a pesar de que el lugar tiene dos pisos. Alguien sugirió que debían estar lejos por si se producían gritos. Las ubicaciones habían sido determinadas de antemano. A la derecha de Alberto estaba sentado Eduardo “Wado” De Pedro, su ministro del Interior, del que hacía solo 10 días había dicho que no se podía tener en cuenta para gobernar; a su izquierda, Sergio Massa, que una semana antes le había pedido que definiera si iba a ser o no candidato este año. El Presidente hizo una presentación corta y cordial, esbozó una sonrisa de ocasión, y dio paso a la disertación de los dirigentes.

El primero en exponer fue Axel Kicillof. Con los ojos apuntando a los de Fernández, pero esta vez inhibiendo el tono socarrón que suele irritar a sus interlocutores de la Casa Rosada, retomó aquel reclamo de Massa y le pidió que revelara si tenía resuelto presentarse en busca de la reelección. Lo planteó así: dijo que es muy difícil llevar adelante una interna contra un jefe de Estado en ejercicio. Quienes quieren al gobernador interpretaron que se trataba de un planteo directo de Cristina, con la que Axel se había reunido antes de pisar la calle Matheu; quienes lo quieren menos, especularon con que el mandatario está nervioso porque teme que, ante el desconcierto que provoca la ambigüedad del Presidente y la falta de un postulante competitivo, lo empujen a él a pelear por la presidencia y se desarme su plan para continuar otros cuatro años en la provincia de Buenos Aires.

En la noche del jueves y las primeras horas del viernes, los 33 asistentes a la casa del peronismo tuvieron un debate extenso -casi cinco horas y media-, duro y catártico, aunque con espacio para que cada uno pudiera interpretar su propia melodía. “Estamos bien los 33”, dijo al salir uno de los dirigentes que nunca pierde el humor. Al pedido inicial de Kicillof se irían acoplando varios de sus compañeros. Los referentes de La Cámpora consideran que la tesitura presidencial atenta contra la estrategia del Frente en las primarias y que podría colaborar para hacer atractiva la interna de la oposición.

El más insistente en ese punto fue Máximo Kirchner, que habló pasada la medianoche, cuando su cumpleaños número 46, que había provocado aplausos cuando sorpresivamente llegó a la sede, era una anécdota. No solo fue el más insistente, también el más enérgico. Nunca, sin embargo, llegó a alzar la voz. Cada vez que mencionaba a Fernández lo llamaba “señor Presidente” y pasaba facturas. Como un año atrás -que fue la última vez que estuvo cara a cara con Alberto- se quejó de los funcionarios que hablan en off the record y atacan a su madre, mientras ella -dijo- es perseguida por la Justicia y por el poder económico. Le faltó decir que se refería al primer mandatario. No hizo falta.

Luego abordó la cuestión electoral. “Sáquense de la cabeza que nosotros queremos perder las elecciones, queremos ganar”, dijo, como si tuviera que aclarar lo que nadie le había pedido. Negó que el cristinismo esté pensando en refugiarse en la Provincia y enseguida retomó el eje discursivo que había trazado unas horas antes con su madre y con De Pedro, en una reunión en el despacho del primer piso del Senado. Afirmó que la falta de definiciones de Fernández impide la aparición de otros aspirantes. Nombró, entre ellos, a Jorge Capitanich, a Sergio Massa, a Gerardo Zamora y a De Pedro. Zamora lo interrumpió.

—Yo no voy a ser candidato y me pueden creer. Pero a aquel no le crean —dijo el gobernador de Santiago del Estero, con la vista en dirección a Massa.

Se rieron todos, hasta el propio Massa. Cuando le había tocado hablar -además de brindar números de la economía y de mostrarse inquieto por los desafíos que provoca el mercado-, el ministro confió que no tenía previsto anotarse en la competencia. “No es compatible con mi función”, dijo. No solo Zamora desconfía. Pero tampoco se trata solo de una cuestión de fe.

Los últimos días del tigrense fueron muy difíciles. El martes pasado el Indec reveló que la inflación de enero trepó al 6% (contra un 3,9% de un año atrás) y en febrero la cifra se perfila parecida. La meta del 60% trazada por Economía en el Presupuesto para este año hace agua y la promesa de llegar a marzo con un 3 adelante, con el que Massa pretendía subirse al trampolín electoral, quedó en el terreno de las fantasías. Le tocó poner la cara a Gabriel Rubinstein, su segundo, por Twitter. Reconoció que ese objetivo ahora se traza para fin de año. Demasiado temprano para semejante pirueta.

No se trata de la única mala noticia para el Gobierno. Aunque su portavoz, Gabriela Cerruti, señaló el jueves que la crisis “es una construcción que nada tiene que ver con la vida cotidiana”, la canasta de alimentos se incrementa por encima de la inflación (¿existirá un hecho más cotidiano que ir a comprar alimentos?) y las reservas del Banco Central se evaporan, mientras el dólar turista acaricia los 400 pesos. Solo en lo que va del mes se sacrificaron 903 millones de dólares, lo que complica uno de los puntos del acuerdo con el FMI. El Central debe reunir, para el 31 de marzo, 7.700 millones de dólares de reservas netas; hoy, según cálculos privados, están en 4.400 millones. ¿Lanzará pronto Massa la versión 3 del dólar soja?

Los sindicalistas que participaron de la mesa política hablaron con preocupación de la situación social. Desde Hugo Yasky hasta Pablo Moyano -que llegó a la reunión con más custodios que el Presidente- y Héctor Daer, quien le solicitó a los integrantes del oficialismo que dejen de hostigar la gestión. Sergio Furlán, el jefe de la UOM, destacó algunos avances, pero reprochó que los salarios pierdan contra la suba de precios. El otro sindicalista que estaba en la mesa, Sergio Palazzo -referente de los bancarios-, prefirió relegar las cuestiones económicas y promovió la creación de una comisión para pedirle a Cristina que sea candidata. Rarezas de la época. Una comisión integrada por kirchneristas irá a pedirle a la líder del kirchnerismo que se convierta en la candidata kirchnerista de un gobierno kirchnerista.

Las críticas a la administración de Fernández, con las que intentan condicionarlo, no cesaron. La senadora Anabel Fernández Sagasti apuntó contra el trabajo de Victoria Tolosa Paz en el Ministerio de Desarrollo Social. “Si tenés algo para hablar, vení a mi despacho y lo hablamos”, intentó apaciguar la ministra. Tolosa Paz está en el ojo de la tormenta cristinista. La vicepresidenta no la quiere nada. Cree que es una de las que más la critica en privado frente a los periodistas. En las últimas semanas la bronca hacia ella creció entre sus fieles, cuando alguien del Instituto Patria contó que se autopromociona como posible compañera de fórmula de Alberto.

En el universo que rodea a Fernández sospechan que a Alberto lo quieren bajar, no para que su vicepresidenta se postule, sino para que Cristina pueda designar sin obstáculos a su posible sucesor y armar tranquila las listas de legisladores. Prometen resistir. “¿Te imaginás si Alberto se baja y Cristina designa a Wado? ¿Cómo haríamos para hacer campaña por un tipo que conspiró contra nosotros?”, se pregunta un albertista.

En el cierre del encuentro, el Presidente apoyó la decisión de condenar en un documento con el sello del PJ la falsa proscripción de Cristina. Lo titularon “Democracia sin proscripciones, Unidad para transformar”. Pero Alberto no dijo ni una palabra sobre su futuro. Es lógico que, si Cristina decidiera ser candidata, él se bajaría. Pero la jefa duda.

A Alberto le bastó con afirmar que no era momento de definiciones para sacarse de encima la presión. “Pisó la pelota”, dijo un dirigente que se fue silbando bajito, cuando el frío arreciaba.

Ya eran más de las 2 de la mañana. 

Fuente: Clarín

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