La deslumbrante idea de incendiar un país para ganar una elección

El camino de Juntos por el Cambio hacia el poder está pavimentado por episodios de reacciones desmesuradas, donde pasó a ser un negocio decir cualquier cosa.
domingo 12 de febrero de 2023
El duro documento fue firmado por la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio
El duro documento fue firmado por la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio

Por Ernesto Tenembaum.- El jueves por la noche, el economista Carlos Melconian les dio una lección inesperada a los principales dirigentes de Juntos por el Cambio. Por esas horas, el mundo político y económico estaba sacudido por los efectos de un documento de la principal agrupación opositora emitido unos días antes. En el párrafo más combativo de ese texto, los líderes de la oposición sugerían que, de llegar al Gobierno, podrían desconocer la deuda pública. Textualmente, decían: “La conducción nacional se expresó en contra de la utilización de instrumentos financieros en pesos ajustados en dólares con tasas de interés imposibles de pagar o en dólares a tasas usurarias. Con esto, el Gobierno Nacional no hace más que especular con dejar una bomba de tiempo al próximo gobierno”.

La importancia de la cuestión se puede explicar de manera bastante sencilla. Casi todos los gobiernos del mundo se financian para funcionar. En la Argentina muchas veces se ha abusado de ese mecanismo, a tal punto que se trata de uno de los países que más veces ha defaulteado su deuda. Por eso, se ha quedado casi sin fuentes de financiamiento. En los últimos años, sin embargo, ha crecido muy fuerte el endeudamiento en pesos. Si, de repente, los prestamistas decidieran huir en masa y retirar el dinero prestado, se produciría una crisis sistémica: fuerte devaluación, interrupción de la cadena de pagos y tal vez hasta contagio en el frente bancario. Ese escenario favorecería, mucho, las chances de la oposición.

Hasta ahora, nada de eso ha sucedido. Pero puede ocurrir por dos vías. Una vía es que la corrida en contra de los bonos se dispare ante la evidencia de que la deuda es impagable debido a su monto. La otra es que el Estado, por la razón que fuera, anuncie que no pagará los próximos vencimientos. El documento de Juntos por el Cambio es un paso hacia ese segundo abismo. Si la agrupación que tiene las mayores posibilidades de llegar al poder el 10 de diciembre anuncia que esa deuda es “imposible de pagar”, sería lógico que los tenedores de bonos huyan de manera despavorida. Si la conducción de un banco anunciara que en unos meses va a dejar de devolver los depósitos. ¿Qué pasaría con ese banco?

Melconian saldó la discusión de manera muy enfática durante un largo reportaje televisivo:

— Ni bomba ni impagable.

El episodio tiene una enorme relevancia porque obliga a hacerse serias preguntas acerca de la calidad moral y profesional de la conducción de Juntos por el Cambio. El asunto abarca a casi todos sus integrantes, porque en la reunión en la que se redactó y firmó el documento del lunes estaban Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, Patricia Bullrich, Mario Negri y María Eugenia Vidal, entre tantos otros. Macri no estaba, pero cuando le preguntaron dijo: “Nuestros economistas solo están contando la verdad”. Solo Elisa Carrió, de la primera línea de la coalición opositora, quedó limpia.

Pese a la afirmación de Macri, los economistas de Juntos por el Cambio no respaldaron el contenido del documento. Todo lo contrario. Melconian fue el más categórico. Horas antes que él, Eduardo Levy Yeyati explicaba que “la palabra bomba” había sido “desafortunada”. Y puntualizaba: “Hoy, esta deuda, no es inmanejable”. Hernán Lacunza se resistía a cuestionar la expresión “imposible de pagar” pero tampoco la respaldaba: “Dejar de pagar una deuda es la última de las medidas”. Todos ellos abundaron en sus críticas al esquema de financiamiento del Gobierno y a la imposibilidad de sostenerlo en el tiempo. Pero una cosa es eso, y otra anunciar que una deuda es impagable.

Pero no solo ellos aclararon las cosas. La reacción más contundente provino de Pablo Gerchunoff, uno de los economistas más respetados del país. Vinculado históricamente al radicalismo, ex miembro del equipo económico de Juan Sorrouille, Gerchunoff vivió en carne propia el tortuoso proceso que derivó en la hiperinflación de 1989. El martes pasado, entonces, disparó: “No entiendo cómo radicales que vivieron la campaña de Menem y Cavallo en 1988 y 1989 terminaron firmando el comunicado ‘bombástico’ de la mesa política de JxC”. Teléfono para Mario Negri y Gerardo Morales. Carlos Menem y Domingo Cavallo fueron acusados desde aquellos años por haber contribuido deliberadamente al proceso hiperinflacionario que obligó a Alfonsín a entregar antes el poder. Gerchunoff es un hombre cuidadoso y sereno. Debe haber estado muy enojado para comparar a la conducción de Juntos por el Cambio con quienes contribuyeron a voltear a Alfonsín.

Por su parte, el propio Domingo Cavallo, días antes del documentos de Juntos por el Cambio, había sido muy pedagógico al explicar por qué la situación actual no lleva hacia una cesación de pagos.

— ¿Y con la deuda en pesos? –le preguntaron.

— Yo creo que cuando se anuncie el plan de estabilización y reorganización económica, acompañada por la reforma monetaria y fiscal y cambiaria completa, el mercado se va a calmar. A partir de ese momento la tasa de interés que los tenedores de pesos van a pedir para financiar al gobierno va a caer significativamente. Y por lo tanto no va a ser un problema renovar toda esa deuda. Pero para ello habrá que frenar en seco el déficit fiscal lo que no parece una tarea fácil. Yo hice alguna simulación y creo que el gobierno en el año 2024 va a tener que conseguir que el déficit fiscal total sea cero, para lo cual hay que producir un superávit primario de 2 puntos del PBI, dado que este año el déficit primario cerraría en 2 puntos del PBI. De modo que el ajuste va a tener que ser de 4 puntos del PBI. Es un ajuste importante. pero teniendo en cuenta que los subsidios son 3 puntos del PBI y se puede generar un ahorro importante en el gasto de las empresas públicas. Si el Gobierno se pone firme en esto y en dejar de girar fondos discrecionales a las provincias, el ajuste de 4 puntos del PBI es muy factible.

¿Entonces? ¿Por qué los dirigentes de JXC firmaron ese texto tan alarmista? Una posibilidad es que supieran que la deuda estaba dentro de parámetros manejables –en una Argentina muy complicada por todas las razones que se conocen— pero que, pese a eso, intentaron empujar al país a una crisis sistémica para lograr, así, un beneficio electoral. La segunda posibilidad es que entendieran mal, o no supieran lo que realmente ocurre con la deuda en pesos y, entonces, escribieran cualquier cosa. El primer caso revela un orden de prioridades muy controvertido, para expresarlo de manera educada y muy complaciente. El segundo, un evidente problema de idoneidad. Tal vez se hayan juntado, en alguna proporción, ambas carencias.

Pero, en cualquier caso, lo que pesa del documento son las consecuencias de la amenaza implícita de default: por eso, al día siguiente se derrumbaron los bonos. Todavía no es medible el daño que la maniobra causará en el largo plazo.

El documento de Juntos por el Cambio no es un hecho aislado. Forma parte de una saga en la que ocupan lugares preponderantes el alarmismo, la agresión, el insulto, la consigna vacía y, por momentos, el extremismo. Como se verá, responde a un patrón.

Tal vez el eslabón más sorprendente de esa cadena haya sido lo que pasó durante las elecciones en Brasil. Dirigentes muy relevantes de la oposición manifestaron sus abiertas simpatías por Jair Bolsonaro. Uno de ellos fue Cristian Ritondo, el presidente del bloque de diputados del Pro. Otro fue Joaquín de la Torre, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires de Patricia Bullrich. De la Torre recibió en su distrito a Eduardo Bolsonaro, hijo del ex presidente del Brasil, durante una visita de campaña. Hasta ahí todo razonable: una cuestión de preferencias. Uno imaginaba que el grueso de los dirigentes de Juntos por el Cambio simpatizaban con el ex presidente Fernando Henrique Cardozo, que en este caso se alió con el PT de Lula Da Silva. Pero, en todo caso, cada quien puede pensar lo que quiera.

Las cosas se complicaron cuando Lula Da Silva ganó la elección. Jair Bolsonaro, como Donad Trump en Estados Unidos, desconoció el resultado. Patricia Bullrich, la presidenta del PRO y precandidata a presidenta de la Nación, hizo lo mismo: respaldó la decisión de Bolsonaro que ponía en jaque a la principal democracia del continente. Esa decisión la alejaba de Joe Biden, de todos los líderes de las democracias europeas, e inclusive de Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Luego, cuando una turba entró al Palacio del Planalto para respaldar un golpe de Estado, Bullrich se negó, una vez más, a repudiar el hecho, al igual que María Eugenia Vidal, pese a que ambas se pronunciaron sobre el tema pero solo para cuestionar el doble estandar del gobierno argentino. A nadie, dentro de Juntos por el Cambio, se le ocurre cuestionar estos giros inesperados.

Esos gestos se complementan con muchos otros de distinta dimensión. El diputado Martín Tetaz, a principios de semana, responsabilizó al gobierno de haber “apilado 130 mil cadáveres” durante el “genocidio” producido durante la pandemia. El diputado Fernando Iglesias escribió “Viva Perón!”, en un tweet burlón en el que responsabilizaba al peronismo por la muerte del niño Lucio Dupuy, quien, como se sabe, fue asesinado por su madre y la pareja de su madre. El argumento de Iglesias sostenía que, como el peronismo gobernaba La Pampa desde 1983, era responsable de la inacción del sistema institucional provincial. Cada dos por tres, aparece un dirigente relevante que promueve la participación del Ejército en la represión de los “pseudo mapuches”.

Esta semana ocurrió otro de esos hechos, cuando el gobierno bonaerense anunció un sistema para moderar el régimen de repitencia en la escuela secundaria. Las reacciones fueron airadas. “Masacran el futuro de los bonaerenses”, escribió Vidal. “Creen que educar es repartir diplomas” se enojó Bullrich. Tal vez ellas no lo conozcan. Pero en 2016, el Ministerio de Educación, conducido por Esteban Bullrich, emitió un documento sobre el tema. Solo tenían que leer sus primeras líneas: “En los últimos años se ha desarrollado una importante cantidad de indagaciones relativas al análisis de la repitencia. La mayor parte de la bibliografía coincide en señalar la poca efectividad y eficiencia de la retención de grado”. Aquel documento sí que era interesante. Repasaba las experiencias del Reino Unido e Islandia. Recorría múltiples argumentos de diversos autores. Resaltaba que era necesario acompañar la progresiva moderación de la repitencia por apoyo especial a los alumnos más débiles. En ningún caso, concluía que una reforma “masacraba” a nadie. Pero el verbo “masacrar” tiene su eficacia para quien pretende llamar la atención.

El camino de Juntos por el Cambio hacia el poder está pavimentado por este tipo de episodios, donde pasó a ser un negocio decir cualquier cosa. Eso ha empezado a inquietar a algunas personas que simpatizan con la oposición mayoritaria, o directamente la integran o al menos desean que el kirchnerismo pierda. Hay que escuchar entre líneas, o no tan entrelíneas, a algunos de ellos. Esta semana, Cavallo dijo textualmente: “Cualquier precandidato tiene que saber qué es lo que plantea y necesitan ayuda para no equivocarse. Lo malo, en todo caso, sería que alguien llegue a la presidencia y empiece a improvisar”. ¿Por qué dirá eso Cavallo?¿Por qué advertiría sobre un riesgo si no viera que ese riesgo existe?

Melconian advirtió, por su parte, lo siguiente:

— ”Esto no es que mañana vengo y en un día, en cien días, en cien horas... No engañen a nadie”

— ”Hay que tratar de ir a un programa que no sea un ajuste. Esto es un ajuste. Hay que ir a un programa que revitalice”

— ”El 10 de diciembre a la mañana no va a haber ningún pase de magia, donde en enero de 2024 la inflación se derrumbe”.

— ”Ni las coaliciones van a llegar al 50. Estamos en una situación en la que vamos a tener que sumar. Sumar ahora y sumar después”

— ”Yo he dicho que las ideas de Milei no son practicables. Yo reivindico el sistema”.

— ”Podemos discutir durante un seminario sobre los pros y contras de la dolarización. Sería un ejercicio delicado. Si acá se puede hacer, no es un ejercicio delicado. ¡Acá no se puede!”

— ”Me dicen ‘usted no es liberal, porque dice que va a haber regulación’. Les digo: va a haber regulación. El sistema de tipo de cambio único es un punto de llegada, no de partida. Ya lo aprendió la gente que lo hizo mal en el 2015″.

No parecía que le estuviera hablando a los candidatos del Frente de Todos.

Cuando se llamaba Cambiemos, Juntos por el Cambio le planteó a la sociedad una opción cuya mística se nutrió del rechazo de un enorme sector social a la prepotencia ejercida durante los gobiernos de Cristina Kirchner. En 2015, esa agrupación llegó al poder y cometió graves errores que fueron castigados por la sociedad en 2019. Ahora, al parecer, tendrá otra oportunidad. Si no vuelven mejores –y, como se ve, hay varios elementos que permiten dudarlo—tal vez la Argentina se encamine a una nueva frustración. Ser antikirchnerista puede resultar simpático para un sector importante de la población. Pero no parece una cualidad que asegure un buen gobierno.