A Platense lo encerraba una paradoja en el inicio de esta tercera fecha de la Liga de los Campeones del Mundo. Por un lado se ubicaba en el puesto 27 en la tabla de los promedios, zona de uno de los dos descensos. Por el otro, un triunfo en el Ciudad de Vicente López lo ubicaba como líder al menos por una noche. Pero la prioridad estaba clara para el equipo de Martín Palermo: enfrente estaba un rival directo en la lucha por la permanencia (al comienzo de esta cita estaba a seis puntos, 97 a 91 la diferencia), un Atlético Tucumán que llegaba golpeado, sin puntos y sin goles convertidos. Al cabo, ese 1-1 compartido no modificó nada.

Ese escenario resultaba un condicionante. Un partido de esos en los que sobran fricciones y escasean los brillos. Claro, siempre hay excepciones. Es fútbol. También había otro aspecto ajeno e influyente: el calor, más allá de que sobre el final del encuentro el sol se retiró a modo de clemencia.

Travesaño y juego

Pero pronto, a los 10 un cabezazo de De la Fuente en el travesaño parecía comenzar a desmentir todas las presunciones. Arrancó mejor El Decano. Sin inhibiciones por jugar como visitante, animándose a tener la pelota y a jugar en campo contrario. Sin embargo, ese entusiasmo le duró lo que uno o dos suspiros.

Seis minutos después, Platense ya estaba en ventaja. Jugada de Baldasarra por la derecha, centro al área, mano de Yonathan Cabral y penal sancionado por el árbitro Dóvalo y convalidado por el VAR. Fue Matías Quiroga, no dudó, pateó fuerte a la derecha y gol. Uno a cero para el local. A esa altura el partido que parecía destinado a aburrir entretenía.

Hubo un rato de intensidad, se animaron ambos, fallaron en las áreas, en el penúltimo pase. Pero duró poco ese tramo. Entonces apareció una monotonía previsible y con casi nada para agregar: Atlético y la pelota, sin profundidad sin construcciones de riesgo cerca del área de Arce; Platense y su conformismo, el repliegue y el pelotazo largo. Ese fue el panorama hasta el final del primer tiempo, cuando el desgaste -sobre todo por el clima- ya era inevitable.

No cambiaron mucho -o casi nada- las actitudes y los planteos en el segundo tiempo. Platense cada vez se convenció de que su negocio estaba en agruparse, ceder el campo y la pelota y buscar con pelotazos largos. Atlético -siempre con la pelota; en el primer tiempo tuvo un 65% de posesión, por ejemplo- no tuvo claridad. Pero también juega el azar: a los 18, Estigarribia de carambola y tras un pase "mordido" de Rodríguez estableció el 1-1. Tan justo como inesperado.

En definitiva, un empate que no le cambia nada a ninguno. Saben que deberán seguir luchando... Y para que el desenlace de esa lucha sea satisfactorio deberán mejorar. Mucho.