La Cumbre de la CELAC terminó con una fuerte discusión por su contradicción ideológica

"Hay países acá que no respetan la democracia, ni las instituciones, ni los derechos humanos", dijo el uruguayo Luis Lacalle Pou en la cumbre de presidentes
miércoles 25 de enero de 2023
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La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) de Buenos Aires terminó este martes como se esperaba.

Alberto Fernández debió pasar la presidencia pro tempore de este foro que esperaba seguir conduciendo al primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves.

Y los líderes de los distintos países no pudieron consensuar sus profundas diferencias sobre cómo conciben la democracia. Y en la llamada Declaración Final la interpretación quedó abierta. "La democracia es una conquista de la región que no admite interrupciones ni retrocesos".

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El documento llamá a "elecciones libres, periódicas, transparentes" pero las consideró una "expresión de la soberanía del pueblo", algo que pese a lo que dice el documento no es posible ni en Venezuela, ni en Cuba ni en Nicaragua.  

Para el caso tanto Alberto Fernández como Lula da Silva, en todo caso los protagonistas en esta última cumbre evitaron condenar a las dictaduras de la región y por el contrario concentraron sus críticas en lo que consideraban solamente una deriva de la ultra derecha.  

Al abrir la que fue la VII Cumbre, que se caracterizó por el faltazo a último momento de Nicolás Maduro ante el temor de las denuncias judiciales a nivel nacional y en los Estados Unidos, Fernández dijo: "Creemos en la democracia y la democracia está definitivamente en riesgo. Después de la pandemia hemos visto sectores de ultra derecha de pie y amenazando a cada uno de nuestros pueblos. No podemos permitir que esa derecha recalcitrante y fascista ponga en riesgo la seguridad de nuestros pueblos", afirmó.

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En este contexto, las declaraciones de Lacalle Pou significaron una redundancia para la mirada regional de Alberto Fernández. El Presidente sabía que iba a decir su colega uruguayo, y no se sorprendió cuando condenó a los regímenes dictatoriales de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Pero la situación en la cumbre de la CELAC se agravó cuando las críticas a la postura de Alberto Fernández también fueron explicitadas por Gabriel Boric, presidente de Chile. Boric pertenece a la izquierda, como el jefe de Estado reivindica a Salvador Allende, y recorre los escenarios internacionales sin clichés ideológicos.

Eso significa que Boric desea hacer la revolución socialista y pretende cumplir su sueño personal sin caer en los métodos represivos ordenados por Iosif Stalin para evitar que las contradicciones internas compliquen la marcha hacia la Dictadura del Proletariado.

Entonces, el presidente de Chile no dudó un segundo en reclamar por los presos políticos en Nicaragua y por las elecciones libres en Venezuela. “La dictadura (chilena) nos enseñó de forma brusca a sangre y fuego los efectos de relativizar la democracia y los derechos humanos”, recordó Boric en la cumbre de la CELAC.

Mario Abdo Benítez es amigo personal de Alberto Fernández y observa desde la derecha el panorama global. No le gusta qué pasa en Cuba y Nicaragua, y asume que la dictadura en Venezuela causó un exilio forzoso que transformó a América Latina en una territorio de exilios y tristeza.

“No podemos mirar a un lado, cuando más de siete millones de venezolanos han abandonado sus hogares pidiendo refugio”, describió el presidente del Paraguay en la sesión inicial de la CELAC.

Benítez, Lacalle Pou y Boric ocupan su espacio geopolítico sin hacer zigzag. Exhiben una sola mirada ideológica y no mutan su discurso acorde al escenario internacional. Los presidentes de Paraguay, Uruguay y Chile son lineales y aceptan los consejos diplomáticos que llegan desde sus asesores más influyentes.

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Alberto Fernández oye, y después cambia de posición. La noche previa a la bilateral con Vladimir Putin, el presidente se reunió con el canciller Santiago Cafiero para repasar su discurso antes de entrar al Kremlin. En el cónclave todo había quedado definido, y los dos asumían que la guerra llegaría pronto a Ucrania.

El jefe de Estado quemó su guión de política exterior cuando se encontró con Putin. Y desde ese momento, su relación bilateral con la Casa Blanca quedó momificada. Eso explica porqué Lula viaja a Washington en febrero, y Alberto Fernández aún aguarda una fecha para ingresar al Salón Oval.

Esa desobediencia constante a los criterios diplomáticos que fija el Palacio San Martín ayer colocaron en una posición incomoda al Presidente. Fue corrido por derecha e izquierda, en su propia cumbre de la CELAC, adonde nada podía causar zozobra.

La CELAC está para la foto, no para hablar en serio de democracia

Para el presidente Fernández es muy sencillo: la democracia está en riesgo y no un riesgo pasajero sino definitivo. Y ese riesgo proviene de un solo e identificado lado: la derecha recalcitrante. Lo acaba de decir en su CELAC.

En cambio, gobiernos como los de Cuba, Venezuela o Nicaragua son una garantía de democracia. Cualquiera puede verlo. Están en manos de izquierdas contemporizadoras, flexibles, muy democráticas. Perfectamente democráticas.

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En Cuba, hace décadas que la gente no puede protestar sin ir presa. Ni irse, si quisiera. La gobierna una dinastía de partido único, como una monarquía. De su economía, nosotros, que mejor no hablemos, podríamos hablar. En Venezuela, que mandó afuera unos 7 millones de sus 28 millones de habitantes, abundan parapoliciales muy democráticos y patrióticos que han matado miles y torturado a otros tantos. No lo dice la contra, lo dijo Michele Bachelet, de la que Fernández se dice amigo. Y en Nicaragua se completó la farsa electoral: todos los jefes opositores fueron presos.

Cuba, Venezuela y Nicaragua, tres violadores sistemáticos de los derechos humanos, son los que pesan en la CELAC, una mini OEA sin Estados Unidos ni Canadá. La foto tan buscada por Fernández para su álbum de grandes intervenciones internacionales se le veló. Maduro, su gobierno, también usó la excusa de la derecha. Ausente a último momento.

La política exterior es quizás el único tema del que Fernández puede hablar sin que lo rete Cristina. Animado como profesor en clase, aportó su segunda metida de pata: la inflación está, porque está en la cabeza de los argentinos. Dice: “La gente ve en los diarios que va a subir el combustible y empieza a aumentar por las dudas”. Habría que probar con que los diarios digan que van a bajar los combustibles y empezarían a bajar por las dudas. Seguramente, Massa tomó nota. Podría tratarse de un mecanismo extensivo al dólar, que se fue a $ 381.