La madre de Fernando Báez Sosa: “Este dolor es eterno”

Se pidió un cuarto intermedio en el juicio por la muerte del joven. La primera audiencia comenzó este lunes y los ocho rugbiers imputados están en la sala.
lunes 02 de enero de 2023
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La primera testigo del juicio por el crimen del estudiante de Derecho es su madre, Graciela Sosa, quien ingresó al recinto con un rosario en sus manos. Primero le explicaron las cuestiones de rigor. “Conocemos que usted es la mamá de Fernando, que esa circunstancia no le impida decir la verdad. Recuerde que está bajo juramento”, le dijo la presidenta del TOC N°1 de Dolores.

Luego, Fernando Burlando le hizo la primera pregunta sobre cómo era la vida antes de que mataran a su hijo. “Éramos siempre los tres juntos, inseparables. Éramos una familia feliz y humilde que tratamos de inculcar los mejores valores a nuestro hijo, que era un chico muy sacrificado desde chico. Yo vine en 1995 a Argentina. Andaba enferma en mi país y me dijeron que la medicina era muy buena. Al poco tiempo conocí a Silvino, nos casamos y decidimos tener un hijo. De esa unión nació Fernando. Aún recuerdo el día en que nació. Cuando la enferma me decía que lo mire fijamente para no olvidar su rostro. Medía 55 cm pesaba 3,750. Era un ángel que trajo la alegría a nuestra vida. Era todo felicidad”, contó Graciela.

“Quiero hablar por él”

Quebrada por el llanto, Graciela no quiso suspender la declaración cuando se lo ofreció la presidenta del tribunal: “Quiero hablar por él”.

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La mamá de Fernando hizo declaraciones antes de que comience el juicio

“No entiendo, no comprendo cómo chicos de la edad de Fer le hicieron esto. Lo atacaron en la espalda, le reventaron la cabeza y ese cuerpito tan lindo que tuve 9 meses en mi panza”, relató la madre de la víctima luego de dar detalles de cómo fue el llamado en el que le avisaron que su hijo estaba muerto: “No lo podía creer. Había perdido mi único hijo. Siento tanto no haber podido defenderlo”.

Graciela no dejó de llorar mientras declara. Al escucharla, el papá de Lucas Pertossi y el de Máximo Thomsen, que estaban presentes en la sala, bajaron la cabeza e inclinaron el cuerpo hacia adelante. La mujer siguió: “Hoy no hay nada para festejar en mi casa. Ni Navidad, ni Año Nuevo. Nada tiene sentido para mí desde que perdí a Fer. Me levanto por la mañana, tengo todavía su cama armada y su ropa en el placard, que cada tanto lavo, plancho y acaricio”.

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Fue en ese momento que la presidenta del tribunal le preguntó si se sentía bien, y le ofreció parar su testimonio si no estaba en condiciones de seguir. Pero Graciela se negó. “Me siento bien. Quiero hablar por él. Quiero contar cómo era”, respondió.

“Siento que mi corazón sangra todo el tiempo. Ojalá hubiera un remedio para calmar tanto dolor”, se sinceró la madre de Fernando mientras su duro relato estremecía a la sala.

“Nunca creí que mi hijo iba a ser velado en su colegio, donde él siempre decía que iba a ayudar como agradecimiento. Fer nunca discriminaba a nadie como él ha sido discriminado. No le tuvieron piedad. Me duele tanto lo que le hicieron. Lo llamaban negro. No era así, era mi príncipe. ¿Con qué derecho le arrebataron la vida a Fernando? Me quedé sin nada. No tengo razón para vivir. Quisiera retroceder el tiempo para recuperar a mi hijo. ¿Saben lo doloroso que es ir al cementerio, tomar la foto de Fer, hablarle y no tener respuesta? Las ganas de querer sacarlo un rato de ahí... Fernando está encerrado en un ataúd: no lo voy a recuperar nunca. Quiero tener un poco de paz en mi corazón”, expresó en llanto.

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“Soy una mujer acabada. Sin ganas de vivir. No sé de dónde saco la fuerza pero sigo”, exclamóGraciela. Y contó: “Cuando despedí a mi hijo para irse de vacaciones con los amigos, nunca pensé que iba a ser el último abrazo. Extraño muchísimo a Fernando. Van a ser tres años. Para mí es como que el tiempo se detuvo y siento que fue ayer cuando recibí la peor noticia de mi vida. A veces tengo ganas de que venga alguien y me diga que no es verdad. Pero lastimosamente no es así: Fernando está muerto”.

“Para nosotros, los sábados y domingos eran sagrados. Éramos felices. Compartíamos en familia. Él se iba a fútbol, los sábados, y cuando estaba por llegar, me avisaba para que fuera calentando la comida. Ahora todo cambió para nosotros. Este dolor es eterno. Soy una persona muy infeliz. Fernando... mi Fernandito era la alegría de mi vida”, recordó Graciela.

Mientras la voz se le cortaba por el dolor y el llanto, la mujer explicó que no entiende por qué les pasó esto: “Me siento a veces culpable de haberlo enviado a ese lugar, pero también se merecía esas vacaciones con amigos. Antes de viajar le dije que se cuidara y que no confiara en nadie. Ese día me dijo: ‘La maldad no existe’”. Fue entonces cuando Graciela pidió un vaso de agua. Tras agradecerle al tribunal por escuchar, se abrazó con su abogado Fernando Burlando. Fue allí cuando miró a los imputados por el crimen de su hijo y dejó la sala.