Ángel Di María cumplió su último sueño: "Este título es para la gente"

Como Messi, Fideo también era sobreviviente a la final de Brasil 2014; tras muchos golpes en la Selección, finalmente él también pudo cumplir su anhelo. Mirá
domingo 18 de diciembre de 2022
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La final del Mundial entre la Argentina y Francia provocó que todo el mundo futbolístico estuviera pendiente de Lionel Messi, de que el fútbol fuera justo con él, uno de sus mejores intérpretes, uno de sus mejores artistas. Pero este domingo, como Leo, otro rosarino estaba jugando también su último Mundial. Y es un hombre al que su deporte también le tenía que hacer justicia: por su entrega, por su amor, por su calidad técnica y por tantos años al servicio de la selección argentina: Ángel Di María.

Lo merecía también él, el pibe que nació en la Perdriel de Rosario, una calle angosta de la zona noroeste de la ciudad hace 34 años, en el humilde barrio ‘El Churrasco’, y que a pesar de no tener ni siquiera un buen par de botines descollaba en los potreros como descolló en la gran definición con un primer tiempo excepcional. Ese nene también es Campeón del Mundo.

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Ángel Di María torció el destino de su infancia dura, compleja, pero en la que según él, “tuvo suerte”. Porque la adversidad que implicaba ser un chico hiperactivo lo llevó a la “dicha” de que un auto no lo atropellara cruzando la calle con un andador porque su mamá dejaba la puerta de calle abierta, mientras vendía productos sueltos de limpieza.

Después de eso, el médico le recomendó llevarlo a hacer deporte, era la única forma de calmarlo. Y fue esa la manera de llegar al club Torito. Un arribo “oficial” porque justamente lo que hacía ese flaquito espigado todo el día era patear y patear en la calle empedrada hasta que la noche apretara. Dicen los que lo vieron en esos inicios que este ‘Fideo’ se parece tanto a aquel, con las salvadas distancias, que impresiona: tiene la esencia intacta.

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La figura de las finales para Argentina

El jugador de Juventus fue factor de desequilibrio por la banda izquierda, generó el penal del 1-0 y anotó el segundo de Argentina con una definición de su calidad tras un contraataque perfecto. Otra vez Di María con un gol para la posterioridad como aquel en el Estadio Olímpico de Beijing, como aquel del Maracanazo y como este de Lusail, cuyo campo de abandonó en el segundo tiempo envuelto en la ovación del público argentino.

Luego le tocó sufrir en el banco de suplentes, donde se le escaparon las lágrimas en los goles de Mbappé que amenazaron con arruinar la noche mágica de la Scaloneta. El destino quiso que su despedida, que podría ser definitiva en la Selección según deslizó en marzo de este año pero que al menos lo es en la Copa del Mundo, fuera de la mejor forma.

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“Así se juegan las finales: a ganar o morir. Y es muy lindo poder celebrarlo con la familia, que es la que más sufre. Es una alegría inmensa. Seguramente se vivirá una locura en Argentina”, dijo en diálogo con la TV Pública. Y continuó: “No tengo palabras para agradecerle a Dios, por todo lo que me dio. Fue una revancha que comenzó en el Maracaná, siguió en Wembley y hoy se repitió acá. Cuando estaba en el banco de suplentes, me puse a rezar y le pedí 800 veces que nos ayude a lograrlo”.

Di María disputó cuatro Mundiales (Sudáfrica 2010, Brasil 2014, Rusia 2018 y Qatar 2022), 129 partidos, hizo 28 goles, dio 26 asistencias y celebró 3 títulos con la camiseta “Albiceleste”. La estadística lo ubica como el cuarto futbolista de mayor presencia después de Messi (171), Javier Mascherano (147) y Javier Zanetti (145).

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