Precios Justos: cómo son los carteles que deben tener en las góndolas

Aunque el anuncio llegó hace justo una semana, Economía publicó la señalética del programa, que aún no está plenamente en vigencia. Los detalles
viernes 18 de noviembre de 2022

Aunque se anunció hace justo una semana, el programa Precios Justos todavía no está funcionando a pleno. Es más, recién este viernes el Ministerio de Economía aprobó cómo deben ser los carteles que los supermercados deberán poner en las góndolas, vidrieras y sobre los precios de los productos que participan del acuerdo "voluntario" entre Gobierno, cadenas y fabricantes. Fue a través de la disposición 1/2022 de la Subsecretaría de Políticas para el Mercado Interno publicada en el Boletín Oficial.

El programa consiste en el congelamiento del valor de más de 1.700 productos a partir de noviembre y hasta marzo. Esos artículos podrán tener un aumento de hasta 4% frente a noviembre antes de freezarse. Además, las empresas que participen de este plan tendrán un tope de incremento mensual de hasta 4% en el resto de los artículos que comercialicen (se calcula unos 30.000), más allá de los incluidos en Precios Justos.

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De acuerdo con el programa, "la señalética de Precios Justos deberá ser utilizada por todas las empresas alcanzadas por esa medida en su folletería, páginas web, plataformas digitales o cualquier otro material o medio de difusión relacionado con su respectivo negocio, en el que se haga mención al referido programa o a los productos incorporados a este, respetando la descripción técnica". dice la norma.

Además, precisa que "a los fines de distinguir a los productos que forman parte del Precios Justos, las empresas que hayan suscripto convenios en el marco del programa deberán añadir, en cada espacio destinado a su exhibición, la señalética".

Los carteles "deberán siempre encontrarse exhibidos de forma clara, precisa, completa y totalmente visible".

El programa intenta contener la inflación que fue de 6,3% en octubre y acumula un 88% interanual. Sin embargo, en las consultoras son pesimistas sobre el impacto que puede llegar a tener en la evolución futura de los precios.

El banco internacional J.P. Morgan, por ejemplo, estima que el programa de congelamiento de precios solo restaría alrededor de 0,3 puntos a la inflación mensual.

Según la entidad, es probable que los aumentos de tarifas previstos, además de las presiones salariales y de los servicios no transables, impidan un descenso importante de la inflación en los próximos meses, opina la entidad.

Efectos de “Precios Justos”: más dificultades económicas y mayor escasez de productos

Los llamados “Precios Justos” no son más que una nueva edición de los controles de precios que han fracasado en todos los lugares y momentos en los que se han aplicado.

Cada vez que escuchamos que la inflación es un fenómeno multicausal o producto de la especulación y avaricia de los empresarios solemos encontrar a un político tratando de evadir su responsabilidad sobre el asunto. La inflación no es otra cosa que la pérdida de valor de la unidad monetaria de curso, en este caso, el peso.

Supongamos que tomamos una cinta de medir y medimos la altura de todos los muebles de la habitación donde estamos; ahora imaginemos que podemos encoger la cinta y volvemos a medir los mismos muebles, vamos a encontrar que los muebles “miden más”, pero no es porque tengamos muebles más altos, es porque el instrumento que usamos para medir ahora es más pequeño. En nuestro caso nuestra cinta de medir son los pesos y los objetos que medimos son los bienes y servicios que queremos comprar. Los vemos subir de precio como resultado de que nuestra cinta de medir se haya encogido.

Se dice que la inflación es un fenómeno monetario, porque es producto de la oferta y la demanda de dinero, es decir, se trata de cuánto dinero hay circulando en la calle (oferta) y de cuánto dinero la gente decide guardar o ahorrar (demanda).

Si la oferta de dinero sube, su valor cae, porque hay más dinero en circulación. Mientras que si la demanda de dinero cae, el valor del dinero también caerá, ya que menos gente decide ahorrar o atesorar pesos.

En la Argentina tenemos los dos problemas, un aumento sistemático de la oferta de dinero para financiar el gasto del gobierno y una reducción masiva de la demanda de dinero, producto de la desconfianza que existe del peso como reserva de valor.

Por lo que la inflación es producto del exceso de gasto del Estado y la desconfianza de los ciudadanos en la moneda, dicha desconfianza es producto de décadas de inestabilidad monetaria y la constante postergación de los cambios estructurales que Argentina necesita.

La emisión de dinero hace que el peso pierda valor, aumentando la desconfianza y haciendo que la gente reduzca aún más su demanda de dinero, al gastar el dinero más rápido por temor a que siga perdiendo valor. Esa pérdida de confianza hace que el peso pierda aún más valor y el gobierno necesite imprimir todavía más dinero para mantener o aumentar el gasto. Quedando atrapados en un ciclo inflacionario que se retroalimenta.

Ahora, ¿por qué no controlar los precios de los bienes y servicios para detener el ciclo de inflación? El problema es que los precios no suben porque los productos valgan más, la inflación es el reflejo de una moneda que puede comprar cada vez menos.

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Si “a fuerza de ley” bajamos los precios de los productos y servicios, entonces la demanda sobre estos será mayor, mientras que la cantidad disponible de productos sigue siendo la misma o incluso menor, ya que al haber un precio más bajo la rentabilidad del producto será menor y se volverá menos atractivo para los productores aumentar la oferta de esos productos.

El efecto es siempre el mismo, escasez. Dicha escasez se refleja en faltantes en las góndolas, por lo que lo poco que se produce se debe racionar para que las primeras personas que lleguen al supermercado no se lleven lo poco que hay. Entonces, el control de precios genera escasez y la escasez racionamiento, a su vez, el racionamiento trae filas.

Después de implementar un sistema de control de precios es cuestión de tiempo para que los productos desaparezcan, y aparezcan mecanismos de racionamiento de los productos y filas para comprarlos.

En una economía de libre mercado cuando la demanda de un producto es mayor que la oferta disponible el mercado reacciona subiendo el precio, este nuevo precio les indica a los productores que deben producir más de ese producto para capturar esa alta rentabilidad. La nueva producción hace aumentar la oferta y por lo tanto el precio baja de forma natural.

Como esa diferencia entre la oferta y la demanda de los productos regulados es por causa del control de los precios entonces el mercado no puede responder subiendo los precios, porque es ilegal. Al mismo tiempo, se generan incentivos para vender los productos por fuera de “los ojos de la ley”, es decir, se crea un mercado negro que suele ser más caro que el precio anterior.

Entonces, el control de precios genera escasez, racionamiento, filas y un mercado negro más caro de los productos regulados.

Tratar de controlar los precios por la fuerza es como tratar de cambiar los números de un termómetro, trucarlo para que diga que tenemos menos fiebre, pero la enfermedad sigue allí. Y seguirá estando hasta que como sociedad tomemos la decisión de avanzar en los cambios que permitan una reducción del gasto del gobierno y por lo tanto podamos depender menos de la emisión de dinero para financiar ese gasto excesivo.