Opinión (*) La racha de Cristina

Se puede entender que Cristina ande con mala suerte pero también hay que recordar que a la suerte hay que ayudarla. Si siguen así, va a ser muy difícil.
domingo 13 de noviembre de 2022
Cristina Kirchner y Gabriela Cerrutti no habrían tenido una buena semana.
Cristina Kirchner y Gabriela Cerrutti no habrían tenido una buena semana.

Antes que nada, vaya un pedido especial para todos los medios, los comunicadores y las audiencias en general. Seriamente hablando, terminemos con esta manía de castigar a Gabriela Cerruti. Por favor no expongan más papelones y barbaridades como la del jueves, cuando dijo que las piedras de Plaza de Mayo que homenajean a los muertos durante el Covid las puso “la derecha”. Mucho menos aún pidan su renuncia. No es que no se lo merezca pero, de solo imaginar la clase de personaje que el gobierno kirchnerista sacaría de la galera para reemplazarla y cumplir con la Ley de Oro K, da pánico.

Alguien podría suponer que no hay nada peor, pero hay. Todavía hay fascistas de la vieja guardia de Isabel y López Rega dando vueltas por ahí, o autoritarios berretas de la banda santacruceña siempre dispuestos a ocupar un cargo. Consejo de amigo: no tiren de la cuerda y bánquense a Cerruti. Seamos cautos. Es muy probable que, después de ella, lo único disponible sea el demonio.

Además, para ser claros, Gabriela Cerruti es como un gran pararrayos que el gobierno ha puesto para que toda la pelotudez del universo se descargue solo sobre ella y la inspire, protegiendo así al “presidente” y a otros funcionarios de hacer declaraciones memorables. Cada tanto cae algún que otro rayo sobre Alberto y lo inspira a decir alguna genialidad, pero menos que antes. Déjenla ahí, nomás.

Sobre este lamentable episodio, vaya un pequeño detalle personal: una de esas piedras, que según la vocera fueron puestas por “la derecha”, lleva el nombre de mi mamá a quien enterré en absoluta soledad el 13 de agosto de 2020, dadas las duras restricciones que había impuesto el gobierno durante la cuarentena y que uno acató como buen ciudadano. El problema es que justo ocurrió la misma semana en que Alberto, Moyano y sus respectivas familias se reunieron y comieron un asado en Olivos, lo más cancheros. Quedará para el recuerdo aquella foto inolvidable, todos abrazaditos. Alguien debería preguntarle a Cerruti si ese asado fue de derecha o de izquierda.

Es comprensible la bronca que provocaron los dichos de Cerruti pero, si se piensa bien, el episodio no significa nada comparado con el crimen perpetrado por Alberto, Cristina, Máximo, Ginés, Nicolini, Rachid, Cecilia Moreau y tantos otros cuando se negaron a comprar las vacunas norteamericanas por razones geopolíticas, ideológicas o de peaje. Esto también es lo que conmemoran esas piedras. Tal vez algún día, toda esta gente deba enfrentar a un nuevo Strassera. Veremos.

Dicho esto, más allá de que sea un tronco, no dejemos que Cerruti nos tape el bosque y nos haga perder la alegría. Es mucha la diversión que nos ofrece la dirigencia nacional como para no disfrutarla.

En este sentido hay que reconocer que Cristina no está pasando por su mejor momento pero así es la política, también la vida. Son rachas.

Del mismo modo que en 2011 Cristina andaba “derecha” (con perdón de la expresión y de Cerruti), también podemos decir que en 2015 Macri estaba con una racha goleadora imparable hasta que se le cortó y empezó la debacle.

El primer disgusto que tuvo el Gato se lo dio su apadrinado Angelici en diciembre de 2018 al aceptar que Boca juegue en Madrid aquella final de la que mejor ni hablemos.

Meses después, se profundizó la mala suerte con las PASO 2019 que, tanto él como sus asesores, imaginaban empatando e incluso ganando y que, al abrir las urnas, se encontraron con que habían perdido por 20 puntos. Paliza y partido liquidado.

En ese exacto momento arrancó otra buena racha de Cristina que la llevó de vuelta al poder. Le duró poco. A partir de ahí fue una desgracia tras otra. Como el goleador Pampa Sosa que jugó 9 partidos en Boca y no pudo hacer un gol, Cristina desde entonces no emboca una.

Las filminas de Alberto, la Pfizer, el vacunatorio VIP, la frustración de no poder arrasar con el Poder Judicial, la estampida del dólar de 60 a 300, la derrota de 2021, la inflación descontrolada, la guerra contra su propio gobierno y tantos otros hits fueron consolidando esta mala racha coronada por el intento de magnicidio que, por suerte, fracasó.

El hecho de que la bala no haya salido debería haberse tomado como un golpe de suerte y un cambio de racha. Sin embargo, el kirchnerismo lo vive como un fracaso porque el atentado no fue un complot internacional organizado por la CIA, la derecha latinoamericana y TN sino por una banda de copitos miserables.

Por suerte, ahora el Instituto Patria encontró un culpable un poco más presentable: el diputado Gerardo Milman. Convengamos que Milman hablando de un atentado en un bar de Congreso no es un Macri planificando un crimen en los tenebrosos asados de Los Abrojos, como le hubiera gustado a Cristina, pero tampoco es un copito de morondanga. Ya es otra cosa. Tiene otro nivel.

Es muy posible que la historia de Milman esté inspirada en la de Lee Harvey Oswald quien, como todo el mundo sabe, el 21 de noviembre de 1963 estaba en un bar de Dallas con su esposa Marina Prusakova y comentó a viva voz: “Estoy aburrido mi amor, mañana me voy a ir a la biblioteca de Dallas a leer un buen libro, después lo voy a matar a Kennedy y más tarde me voy al cine, honey”.

O sea, parecía que a Cristina le empezaba a cambiar la suerte con un cuento totalmente disparatado pero al menos un poquito más digno que la rascada de Sabag Montiel y Brenda Uliarte. Sin embargo, en ese mismo momento apareció la Corte Suprema y le volteó la truchada de dividir en dos el bloque de senadores oficialistas para quedarse con los dos representantes en el Consejo de la Magistratura, simulando ser primera y segunda minoría al mismo tiempo. Evidentemente, la mala racha de Ella sigue.

A esto se le suma que su amigo Putin está siendo derrotado en Ucrania y que esta semana Trump no hizo la elección exitosa que se esperaba. Alguien podría decir que, en realidad, Trump es amigo de Macri pero, políticamente hablando, la valoración que Trump hace de la democracia es equivalente a la que hace Cristina. Sin ir más lejos, ninguno de los dos aceptó traspasar el mando. En otras palabras, mala para Trump es mala para las autocracias, por lo tanto mala también para Cristina.

Para colmo, ahora Ella lo mandó a Massa a lanzar un plan de congelamiento de precios para frenar la inflación. “Vos andá y anuncialo como cosa tuya”, le habrá dicho Cristina. Una pelotudez que ya se hizo muchas veces en la Argentina y que nunca funcionó. Se ve que el pararrayos de Cerruti a veces falla. Se puede entender que Cristina ande con mala suerte pero también hay que recordar que a la suerte hay que ayudarla. Así va a ser muy difícil.

¿Podríamos afirmar que una mala racha de Cristina implica el comienzo de una buena para el Gato? Puede ser, el tipo viene de días felices. Primer nieto, libro nuevo, Boca campeón. No está mal. De ser así, esperemos que esta buena racha del Gato se le corte antes de que sea presidente, lo designe como ministro a Dujovne, haga lo mismo pero más rápido y en 2027 gane la fórmula Kirchner Kirchner, el sueño de mamá y el nene.

Cerremos con una anécdota. Hace muchos años, siendo adolescentes, varios amigos pasamos unos días en Monte Hermoso. Solíamos desayunar en un bar atendido por un mozo septuagenario llamado Alderete. Todo un personaje. Una mañana lo vimos mal. Le preguntamos que le pasaba y nos contestó que su mujer lo acababa de abandonar después de 30 años de matrimonio, el mismo día que la hija de 16 le anunció que estaba embarazada. No supimos que decirle. Alderete nos miró resignado y metió una frase histórica: “que le vamo’ a hacer… son rachas”.

Es así, son rachas. Como Cerruti.

(*) Alejandro Borensztein - Clarín

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