Una de las palabras más feas sirve para la salud mental

¿Por qué nos desvivimos para no decepcionar a nuestros seres queridos? ¿Cuántas cosas hacemos para evitar un conflicto? ¿Por qué nos cuesta tanto decir que no?
jueves 06 de octubre de 2022
770-420-salud-mental-startups-istock
770-420-salud-mental-startups-istock

El libro “Entiende tu mente” surgió a partir del podcast de psicología en español más escuchado del mundo y brinda claves para “navegar en medio de las tempestades”. Mónica González, Luis Muiño y Molo Cebrián crearon una especie de “club de la aceptación” para que los oyentes -ahora lectores- aprendan a quererse tal y como son.

Entiende tu mente

El concepto clave que los autores destacan como uno de los más relevantes para una buena salud mental es el de “asertividad”. Aunque admiten que esta es “una de las palabras más feas que existen en español”, reafirman su importancia a la hora de aprender a comunicarse con el resto, una forma “entre la agresividad (imponerse al otro) y la pasividad (dejarse dominar por la persona que tenemos enfrente)”.

“¿Qué es el amor y cómo afecta a nuestro cuerpo y nuestra mente? ¿Cómo podemos gestionar el estrés? ¿Y la incertidumbre? ¿Cómo salimos de una relación tóxica? ¿Cómo podemos dejar de anticiparnos en negativo?”. Más que respuestas para situaciones precisas, Entiende tu mente da claves para resolver cualquier imprevisto. La ilustración de la portada muestra una cabeza con una llave que cuando gira hace clic. Y el interior del libro termina de afirmar: “Tú eres quien decide qué hacer con ese clic”.

ANSES: tres planes para cobrar más de $40 en octubre

Tipos de comunicación

Cuando somos asertivos, nos quedamos a medio camino entre la agresividad (imponerse al otro) y la pasividad (dejarse dominar por la persona que tenemos enfrente). Para conseguirlo, tenemos que usar la estrategia más importante de nuestras relaciones sociales: la comunicación ¿Cómo podemos hacerlo? Conocernos a nosotros mismos y las técnicas que estamos usando en cada momento es esencial.

♦ Comunicación pasiva

Cuando ponemos por delante el bienestar de los otros. Es una forma de evitar el conflicto diciéndonos NO a nosotros mismos y SÍ a nuestro interlocutor. Cuando nos comportamos así, tenemos la sensación momentánea de caerle bien a todo el mundo, pero en realidad no somos nosotros los que conseguimos la aprobación, solo una caricatura que niega nuestra esencia. No nos respetamos, solo nos sometemos al otro.

♦ Comunicación agresiva

Imponemos nuestro criterio: se hace como queremos o no se hace. Nuestra forma de ver las cosas es la correcta y así lo comunicamos, sin dar opciones ni oportunidad de rebatir. No respetamos a los demás, solo a nosotros mismos.

♦ Comunicación pasivo-agresiva

No mostramos nuestros deseos de forma clara, sino que tratamos de manipular a nuestro interlocutor para que haga lo que queremos. Superficialmente, parece que nos mostramos pasivos, pero estamos esperando a que el otro adivine lo que queremos y lo haga. Si nuestra estrategia manipulativa no funciona, utilizaremos chantajes emocionales o nos mostraremos sarcásticos, caóticos, resentidos, culpabilizando al otro de nuestro mal estado de ánimo por no haber adivinado y llevado a cabo lo que queríamos. No respetamos al otro: nos respetamos solo a nosotros mismos… aunque no lo diremos de forma abierta, sino sutil y ambigua.

♦ Comunicación asertiva

Sabemos que nosotros valemos lo mismo que los demás y la persona con la que hablamos cuenta igual que nosotros. Ni más ni menos. Le decimos lo que sentimos y lo que queremos y escuchamos sus emociones y sus deseos, sin juzgar ninguno lo que el otro siente o anhela. A partir de ahí intentamos llegar a un acuerdo: si lo conseguimos, será un trato fuerte y duradero porque los dos nos respetamos.

Las mujeres destinan el doble de tiempo a trabajos no remunerados

¿Y tú cómo te comunicas?

Ya sabes que nos encanta saber dónde estamos para poder mejorar. Sea cual sea el tipo de comunicación que haya predominado en tu día a día hasta ahora, te animamos a que vayas acercándote a la comunicación asertiva. Parece la más sana, ¿verdad? Pero ¿por qué no la utilizamos todos y en todo momento? Vamos a dejarte varias ideas.

La primera es que, como apuntábamos al principio del capítulo, hay situaciones en que elegimos no ser asertivos, ¡y es lo mejor que podemos hacer en esas circunstancias!

Por ejemplo, ¿qué pasa si tenemos un jefe que nos aborda para pedirnos opinión sobre algún tema, pero sabemos que no tolera que nadie piense de forma diferente? Si queremos conservar nuestro puesto de trabajo, obviamente optaremos por no ser asertivos. Lo importante es saber que estamos eligiendo esa alternativa.

En otros momentos nuestro problema es la falta de autoestima: no sentimos, de entrada, que podamos situarnos en el mismo nivel que los que nos rodean. Aunque no lo digamos, en nuestro interior nos sentimos inferiores y con menos derechos que las personas con las que estamos intentando negociar. Por ejemplo, la limitación puede venir de nuestra poca confianza en nuestras habilidades sociales.

Aunque racionalmente sabemos que somos iguales que los demás, nos sentimos vulnerables en la interacción porque tenemos la sensación de que no manejamos el lenguaje, no encontramos oportunidad de meter baza o pensamos que todo lo que decimos son tonterías.

Zafra 2022: Concepción celebra el final de la molienda

Por último, hay situaciones en que nos venimos abajo por nuestra falta de tolerancia a la tensión interperso­nal. A todos los seres humanos nos resulta más fácil ser asertivos mientras no haya roces con los otros. Pero las situaciones de decepción de las expectativas ajenas (hacer una crítica, manifestar diferencia de opiniones, decir no, etcétera) nos cuestan mucho y es más habitual que tendamos a otros tipos de comunicación menos sanos.

Hay, también, un factor de personalidad: a ciertas personas les resulta más complicado decepcionar a los demás. La ciencia habla, por ejemplo, de que hay individuos que en esos momentos generan más cortisol (la hormona del estrés y el desasosiego). Y eso se traduce en sensaciones físicas: hay personas a las que les duele siempre la cabeza después de una discusión, otras sufren del estómago y hay quienes se anegan en lágrimas en cuanto la tirantez sube de tono.

También puede acabar asociada a correlatos psicológicos, como el bloqueo, la dificultad para expresarse o un aturdimiento general que les hace desconectar de lo que están viviendo. Tal vez tú seas así, y por eso notas que el malestar que te producen los conflictos es casi físico.

Con información de Infobae