La palabra más fea es la llave para una buena salud mental

El libro “Entiende tu mente” surgió a partir del podcast de psicología en español más escuchado del mundo y da claves para “navegar en las tempestades”.
jueves 06 de octubre de 2022
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¿Por qué nos desvivimos para no decepcionar a nuestros seres queridos? ¿Cuántas cosas hacemos para evitar un conflicto? ¿Por qué, a pesar de ser la respuesta que nos dicta el cuerpo, a veces nos cuesta tanto decir que no?

Entiende tu mente es un libro con claves para navegar en medio de las tempestades, sean las que sean, ya que, en general, no importa el origen del problema sino la forma en la que uno reacciona ante el mismo. Este surgió a partir del podcast de psicología del mismo nombre, el más escuchado del mundo en español, en el que Mónica González, Luis Muiño y Molo Cebrián crearon una especie de “club de la aceptación” para que los oyentes -ahora lectores- aprendan a quererse tal y como son.

El concepto clave que los autores destacan como uno de los más relevantes para una buena salud mental es el de “asertividad”. Aunque admiten que esta es “una de las palabras más feas que existen en español”, reafirman su importancia a la hora de aprender a comunicarse con el resto, una forma “entre la agresividad (imponerse al otro) y la pasividad (dejarse dominar por la persona que tenemos enfrente)”.

“¿Qué es el amor y cómo afecta a nuestro cuerpo y nuestra mente? ¿Cómo podemos gestionar el estrés? ¿Y la incertidumbre? ¿Cómo salimos de una relación tóxica? ¿Cómo podemos dejar de anticiparnos en negativo?”. Más que respuestas para situaciones precisas, Entiende tu mente da claves para resolver cualquier imprevisto. La ilustración de la portada muestra una cabeza con una llave que cuando gira hace clic. Y el interior del libro termina de afirmar: “Tú eres quien decide qué hacer con ese clic”.

Así empieza “Entiende tu mente”
 
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ASERTIVIDAD

Hay quien piensa que se trata de la capacidad de decir NO. ¿Decir NO en un mundo donde parece que está mal no agradar, no asentir, hacer comentarios alejados del pensamiento normativo o subir fotos a las redes con mensajes «no gustables»? Parece que no es lo más indicado, ¿verdad? Parece que no nos va a ayudar en nuestro camino, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones personales. No te preocupes, no te vamos a decir que digas que NO a todo, solo vamos a compartir ideas para que te digas SÍ a ti y seas asertivo, pero solo cuando quieras. Porque, como leerás al final del capítulo, tenemos derecho a comportarnos también de forma NO ASERTIVA. Pero, antes de llegar hasta allí, empecemos.

¿QUÉ ES LA ASERTIVIDAD?

Asertividad es una de las palabras más feas que existen en español: tiene un sonido espantoso. Pero encubre uno de los conceptos más importantes para una buena salud mental. Se trata de la capacidad de tener relaciones de igualdad con las personas que nos rodean. Y es una forma de relacionarnos que conlleva cierto tipo de comunicación no verbal (mirada directa que no presiona, expresión facial distendida y expresiva, etcétera) y de comunicación verbal (capacidad de alabar, pero también de criticar, mensajes que manifiestan opiniones y necesidades, etcétera). Lo más importante es que, en esos momentos, transmitimos a los demás (y sentimos en nuestro interior) que no somos ni menos ni más que nuestro interlocutor. Nada más y nada menos.

Y aunque de entrada esta definición parece que pone el foco en nosotros mismos, no es exactamente así. Mostrar nuestro lado asertivo es, también, una muestra de respeto al que está enfrente. Hablar con asertividad es abrirse con confianza al receptor de tu mensaje, sentirte con libertad para compartir y, a la vez, con la predisposición de respetar. Me respeto, te doy la oportunidad de conocer lo que siento y necesito, y tú, que me escuchas, puedes tomar tus decisiones después de escucharme de forma sincera. Supone respetarnos a nosotros mismos. Decir sí a nosotros, aunque implique decirle no a los demás. Y darle al receptor nuestro mensaje directo, sin ambigüedades, sin tibiezas. ¡Esto es lo que puedo y quiero darte! ¿Seguimos adelante juntos? ¿Llegamos a un acuerdo?

TIPOS DE COMUNICACIÓN

Cuando somos asertivos, nos quedamos a medio camino entre la agresividad (imponerse al otro) y la pasividad (dejarse dominar por la persona que tenemos enfrente). Para conseguirlo, tenemos que usar la estrategia más importante de nuestras relaciones sociales: la comunicación ¿Cómo podemos hacerlo? Conocernos a nosotros mismos y las técnicas que estamos usando en cada momento es esencial.

♦ Comunicación pasiva

Cuando ponemos por delante el bienestar de los otros. Es una forma de evitar el conflicto diciéndonos NO a nosotros mismos y SÍ a nuestro interlocutor. Cuando nos comportamos así, tenemos la sensación momentánea de caerle bien a todo el mundo, pero en realidad no somos nosotros los que conseguimos la aprobación, solo una caricatura que niega nuestra esencia. No nos respetamos, solo nos sometemos al otro.

♦ Comunicación agresiva

Imponemos nuestro criterio: se hace como queremos o no se hace. Nuestra forma de ver las cosas es la correcta y así lo comunicamos, sin dar opciones ni oportunidad de rebatir. No respetamos a los demás, solo a nosotros mismos.

♦ Comunicación pasivo-agresiva

No mostramos nuestros deseos de forma clara, sino que tratamos de manipular a nuestro interlocutor para que haga lo que queremos. Superficialmente, parece que nos mostramos pasivos, pero estamos esperando a que el otro adivine lo que queremos y lo haga. Si nuestra estrategia manipulativa no funciona, utilizaremos chantajes emocionales o nos mostraremos sarcásticos, caóticos, resentidos, culpabilizando al otro de nuestro mal estado de ánimo por no haber adivinado y llevado a cabo lo que queríamos. No respetamos al otro: nos respetamos solo a nosotros mismos… aunque no lo diremos de forma abierta, sino sutil y ambigua.

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♦ Comunicación asertiva

Sabemos que nosotros valemos lo mismo que los demás y la persona con la que hablamos cuenta igual que nosotros. Ni más ni menos. Le decimos lo que sentimos y lo que queremos y escuchamos sus emociones y sus deseos, sin juzgar ninguno lo que el otro siente o anhela. A partir de ahí intentamos llegar a un acuerdo: si lo conseguimos, será un trato fuerte y duradero porque los dos nos respetamos.

¿Y tú cómo te comunicas? Ya sabes que nos encanta saber dónde estamos para poder mejorar. Sea cual sea el tipo de comunicación que haya predominado en tu día a día hasta ahora, te animamos a que vayas acercándote a la comunicación asertiva. Parece la más sana, ¿verdad? Pero ¿por qué no la utilizamos todos y en todo momento? Vamos a dejarte varias ideas.

La primera es que, como apuntábamos al principio del capítulo, hay situaciones en que elegimos no ser asertivos, ¡y es lo mejor que podemos hacer en esas circunstancias!

Por ejemplo, ¿qué pasa si tenemos un jefe que nos aborda para pedirnos opinión sobre algún tema, pero sabemos que no tolera que nadie piense de forma diferente? Si queremos conservar nuestro puesto de trabajo, obviamente optaremos por no ser asertivos. Lo importante es saber que estamos eligiendo esa alternativa.

En otros momentos nuestro problema es la falta de autoestima: no sentimos, de entrada, que podamos situarnos en el mismo nivel que los que nos rodean. Aunque no lo digamos, en nuestro interior nos sentimos inferiores y con menos derechos que las personas con las que estamos intentando negociar. Por ejemplo, la limitación puede venir de nuestra poca confianza en nuestras habilidades sociales.

Aunque racionalmente sabemos que somos iguales que los demás, nos sentimos vulnerables en la interacción porque tenemos la sensación de que no manejamos el lenguaje, no encontramos oportunidad de meter baza o pensamos que todo lo que decimos son tonterías.

Por último, hay situaciones en que nos venimos abajo por nuestra falta de tolerancia a la tensión interperso­nal. A todos los seres humanos nos resulta más fácil ser asertivos mientras no haya roces con los otros. Pero las situaciones de decepción de las expectativas ajenas (hacer una crítica, manifestar diferencia de opiniones, decir no, etcétera) nos cuestan mucho y es más habitual que tendamos a otros tipos de comunicación menos sanos.

Hay, también, un factor de personalidad: a ciertas personas les resulta más complicado decepcionar a los demás. La ciencia habla, por ejemplo, de que hay individuos que en esos momentos generan más cortisol (la hormona del estrés y el desasosiego). Y eso se traduce en sensaciones físicas: hay personas a las que les duele siempre la cabeza después de una discusión, otras sufren del estómago y hay quienes se anegan en lágrimas en cuanto la tirantez sube de tono.

También puede acabar asociada a correlatos psicológicos, como el bloqueo, la dificultad para expresarse o un aturdimiento general que les hace desconectar de lo que están viviendo. Tal vez tú seas así, y por eso notas que el malestar que te producen los conflictos es casi físico.

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 Los autores proponen algunas formas de controlar la producción de cortisol, la "hormona del estrés". 


¿Y qué puedo hacer si soy de los que no toleran bien la tensión interpersonal?

¡Bienvenido al club! Nosotros estamos trabajando en ello: en nuestro equipo somos especialistas en falta de tolerancia a la tensión. Los tres somos personas a las que les cuesta mucho afrontar conflictos y no cumplir las expectativas que los demás han puesto en nosotros. Seguro que, si nos hicieran analíticas cada vez que hay momentos de enfrentamiento, verían que estamos inundados de cortisol. Con todo, aunque nos cueste, vamos ganando cada día un poco más. Cada conflicto que conseguimos afrontar a pesar de la tentación de evitarlo nos lleva a acostumbrarnos a las sensaciones incómodas y darles menos valor. Nos resulta difícil decir que NO, pero, cuanto más lo hacemos, menos nos cuesta y más valoramos sus beneficios.

¿Qué nos ocurre a los imperfectos cuando tenemos que ponernos en «modo asertivo» y eso implica no cumplir las expectativas de los demás? Puede que te suene esto.

Surgen sensaciones de culpa y miedo al rechazo o a quedarse fuera de relaciones que creemos que son imprescindibles (aunque, en realidad, no lo sean). Estos temores aumentan la tentación de huir de los conflictos tomando el camino «fácil», la huida hacia delante. Y le decimos SÍ al compañero de oficina que no es amigo nuestro, pero que nos embarca en su mudanza sin habernos preguntado, a la pareja que ha dado por hecho que ciertas labores conjuntas son solo responsabilidad nuestra o al amigo que nos cuenta su vida en capítulos sin interesarse lo más mínimo por nosotros. Asumimos compromisos que no queremos aceptar y luego nos sentimos atados a ellos hasta que explotamos en un momento inoportuno y, a veces, incluso, con la persona inadecuada. En nuestra cabeza aparecen señales de alarma que en general son irreales y exageradas, pero elevan nuestra tensión interpersonal y nublan nuestra parte racional.