Cuáles pueden ser las causas de la fatiga crónica

A pesar de que cualquier persona puede padecerla, es más común entre las personas que tiene 40 y 60 años. Por qué ocurre y cómo solucionarlo.
lunes 19 de septiembre de 2022
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El síndrome de fatiga crónica es una enfermedad de origen neurológico que se caracteriza por la presencia de fatiga que se traduce en la debilidad o dificultad para hacer, muchas veces, cualquier actividad básica de la vida diaria. Se caracteriza sobre todo por ser una fatiga que dura más de 6 meses y que no tiene detrás una causa o enfermedad física que la justifique. 

Esta fatiga, que puede ser tanto física como mental, se caracteriza por no mejorar tras el reposo o el descanso, y por ser oscilante. 

Y aunque es una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud desde hace dos décadas y se encuentra codificada en la clasificación de enfermedades que afectan al sistema nervioso central, lo cierto es que es una enfermedad con bajo reconocimiento por parte de los profesionales médicos y por parte de la sociedad. El aspecto de las pacientes, mayoritariamente mujeres, no refleja la enfermedad, explica a Cuídate Plus Joaquím Fernández Solá, jefe de la Unidad de Síndromes de Sensibilización Central del Hospital Clínic de Barcelona.

Causas

Se desconoce cuál puede ser la causa exacta del síndrome de fatiga crónica, del mismo modo que se descarta que pueda estar directamente causado por otras enfermedades. 

No obstante, pese a que se desconozcan las causas que la provocan, el síndrome de fatiga crónica parece estar producido por una cierta predisposición genética. “Sobre esa predisposición que puede ser que tenga la persona aparece en algún momento un estímulo: puede ser una infección por un virus, por alguna bacteria, quizá alguna reacción a algún fármaco, una situación personal, familiar o laboral… que acaba desencadenando que esa persona a partir de un momento determinado empieza a experimentar todos estos síntomas relacionados con el síndrome de fatiga crónica”, añade Ramón Sanmartín, responsable clínico de fatiga crónica la Unidad de Síndromes de Sensibilización Central del Hospital Universitario Vall d’Hebrón, de Barcelona

Además, no se trata de que un único factor sea el que genere la enfermedad si no de una conjunción de factores. “Una de cada 200 personas de la población general tiene una predisposición genética a tener más fatigabilidad toda la vida y cuando se acentúa inicia un síndrome de fatiga crónica”, dice Fernández Solá.

Factores desencadenantes

En cuanto a los factores que pueden desencadenar la aparición de la fatiga crónica los expertos resaltan: 

  • Un 70% de los casos son producidos tras una infección viríca. El virus de Epstein-Barr, principal causante de la mononucleosis, es uno de los más frecuentes. “En la mayoría de las personas que padecen el síndrome de fatiga crónica consta en alguna analítica o que hayan tenido contacto con este virus. Pero es cierto que este virus y el del herpes son ubicuos y que la población general también ha tenido contacto y no acaban desarrollando este síndrome”, apunta Sanmartín. 
  • Otros virus, como el coronavirus, el VIH, la hepatitis C o algunos cánceres también pueden provoca fatiga.
    La inflamación del sistema nervioso provocada por una respuesta defectuosa del sistema inmunitario.
    Cerca de un 30% de los casos se debe a estresores vitales: traumatismos, accidentes, operaciones, etc.
  • Algunos estudios achacan su aparición a inflamación en algunas áreas del cerebro, otros a la existencia un problema metabólico a nivel de las mitocondrias y otros a alteraciones en el sistema inmunitario. Tal y como explicábamos aún no hay una causa subyacente definida.

Además de éstos, existen otros factores de riesgo como pueden ser la edad, una enfermedad previa que desencadene este síndrome, el estrés, la genética o los factores ambientales. 

Síntomas

En el síndrome de fatiga crónica el síntoma más prevalente es esa fatiga patológica que no mejora tras el descanso y que limita las actividades cotidianas al menos a la mitad, y que persiste al menos durante seis meses. Pero, además, se presentan síntomas inflamatorios muy similares a los que parecen con una gripe intensa y que persisten a lo largo del tiempo cuando se realiza un sobreesfuerzo, aunque sea mínimo:

Febrícula.
Adenopatías: Ganglios inflamados en el cuello, la axila o encima de las clavículas sin necesidad de que sean fijos o del mismo tamaño. 
Sensación de mialgias (dolores). 
Odinofagia (dolor de garganta al tragar).
Dolor óseo y muscular generalizado.
Otros síntomas que pueden aparecer son: 

Dolor de cabeza. 
Sequedad de la piel y las mucosas.
Mayor sensibilidad a los olores, las sustancias químicas o algunos alimentos.
Intestino irritable, escalofríos y sudores nocturnos.
Fatiga cognitiva
“También y de forma clara, afecta a la parte cognitiva, es decir, que hay fatiga física y fatiga cognitiva, sin ser de origen psiquiátrico”, recalca Fernández Sola. En este contexto de síntomas y puesto que es una enfermedad de origen neurológico, la fatiga cognitiva puede expresarse mediante estos signos:

Falta de concentración.
Dificultad para retener hechos recientes, es decir, hay una afectación de la memoria a corto plazo.
Enlentecimiento del curso de pensamiento
Somnolencia diurna.
Trastorno del ritmo de sueño nocturno. “Es muy típico y casi característico el sueño superficial, que no es reparador, el paciente se levanta muy cansado y ya con dificultad para empezar por la mañana”, dice Fernández Solá..
Las personas que sufren este síndrome funcionan a un nivel de actividad significativamente menor, lo que les lleva a no poder realizar las actividades que llevaban a cabo antes tanto en el trabajo, como en sus relaciones personales, sociales y educativas. Esta afectación les puede llevar a sufrir depresión o problemas psicológicos como irritabilidad, cambios en el estado de ánimo, ansiedad o ataques de pánico.

 
Prevención


En cuanto a realizar medidas que puedan prevenir la aparición de este síndrome Fernández Sola explica que la parte genéticamente predeterminada no se puede evitar. 

Tampoco se puede actuar sobre el hecho de que el síndrome de fatiga crónica sea más frecuente en mujeres, afectándolas entre 15 y 20 veces más que a los hombres. “Los estrógenos -hormonas- femeninos condicionan que el cerebro se sensibilice a la fatiga y desarrolle con mayor facilidad fatiga una mujer que un hombre”, explica el jefe de la Unidad de Síndromes de Sensibilización Central del Clinic catalán. Sobre este tema Sanmartín añade que es posible que haya un infradiagnóstico entre los hombres que “quizá por carácter o por forma de ser no exprese los síntomas. Existe la duda de que haya una proporción más alta” entre los varones. 

De esta forma la prevención es relativa en aquéllos factores conocidos que afectan a la aparición del síndrome de fatiga crónica en personas con predisposición, como el estrés, los factores ambientales, evitar exponerse a tóxicos o a potenciales infecciones. “Por ejemplo, los pacientes que viajan, que van a zonas tropicales tienen mayor riesgo”, añade Fernández Solá.

Para prevenir el síndrome de fatiga crónica es recomendable seguir una alimentación saludable y equilibrada, como la dieta mediterránea, mantener unos hábitos de sueño saludables, y  además de realizar deporte de forma continua, siempre teniendo en cuenta las limitaciones de cada persona. En esta recomendación de actividad física hay que tener en cuenta que el síndrome de fatiga crónica tiene tantas presentaciones como personas estén afectadas por él y que produce oscilaciones, de forma que las personas unos días se encuentran mejor y otros peor.

Del mismo modo es importante buscar apoyo psicológico para mejorar la calidad de vida y adaptarse a la nueva situación de la persona.

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Tipos

En función del grado de afectación, el síndrome de fatiga crónica puede clasificarse en tres tipos: 

Leve: Cuando se produce de forma leve los pacientes pueden cambiar la actividad, reducirla o adaptarla y hacerla de forma más autónoma y mantener la mitad de su actividad en el mejor de los casos. 
Moderada: Por ejemplo, si una persona trabaja a tiempo completo, con adaptación puede trabajar a tiempo parcial. Pero la fatiga crónica le deja poco margen de acción una vez realizada esa actividad ya que la energía no permite mucho más- . 
Intensa. Son pacientes dependientes que no pueden hacer ninguna actividad continuada y necesitan asistencia para la vida diaria.

Diagnóstico

El diagnóstico del síndrome de fatiga crónico se basa en los síntomas que presenta el paciente, es decir, en la presencia de esa fatiga patológica que limita las actividades al menos a la mitad de las que la persona realizaba antes, y que dura más de seis meses. 

No obstante, antes de emitir el diagnóstico de fatiga crónica es importante realizar pruebas analíticas y radiológicas para descartar las causas más frecuentes que pueden producir una sintomatología de fatiga, como un problema hormonal de tiroides -hipertiroidismo o hipotiroidismo-, una anemia, un déficit nutricional o un cáncer, entre otros.. “Que no tengamos una prueba diagnóstica clara no significa que esta enfermedad no exista y que la persona no sufra fatiga, dolor y una merma en la calidad de vida”, añade Sanmartín.

De hecho para abordar este síndrome se ha creado en algunos hospitales unidades específicas. “Sigue habiendo una cierta reticencia y duda en el diagnóstico aún cuando hay unos criterios absolutamente claros de aplicación internacional aceptada. En el síndrome de fatiga crónica no hay marcadores para el diagnóstico, como pasa en muchas otras enfermedades como la migraña o la depresión, y nadie se extraña al diagnosticar éstos”, explica Fernández Solá.

El diagnóstico de esta enfermedad se basa en el descarte de otras patologías posibles, por lo tanto se requiere del análisis de los síntomas específicos de cada uno de los pacientes. Es esencial que la persona alegue, en primer lugar, fatiga extrema y prolongada, ya que es el síntoma principal de este síndrome.
Tratamientos
No existe un tratamiento o medicamento curativo para el síndrome de fatiga crónica. Una vez dicho esto, el objetivo principal es aliviar los síntomas que presenta, y darle consejos y apoyo psicológico para intentar que las personas lleven a cabo una vida lo más normal posible dentros de sus limitaciones:

Se trata, además, de tratar de forma global el conjunto de enfermedades que presenta la persona con síndrome de fatiga crónica ya que no es infrecuente que aparezcan comorbilidades, es decir, enfermedades asociadas, que van debutando al cabo del tiempo. Estas patologías pueden llegar a producir que la persona tenga hasta 50 síntomas diferentes y que oscilan con el tiempo. Algunas de estas enfermedades, según Fernández Sola, suelen ser la fibromialgia, la sensibilidad química múltiple, la disfunción tiroidea, el síndrome de intestino irritable, los trastornos cognitivos… “Realmente es un espectro de afectación importante. De hecho, la coexistencia del síndrome de fatiga crónica y fibromialgia ocurre en más del 80% de los pacientes”.

El tratamiento también incluye:

La aplicación de una terapia cognitiva-conductual: Con la que se intenta modificar la forma de actuación o enfrentamiento del paciente frente a los problemas.
 
Recomendar al paciente una alimentación saludable y equilibrada, además de técnicas que le ayuden a conciliar mejor el sueño.
 
Se aconseja, también, mantener una vida social activa y realizar actividad física aeróbica adaptada a las posibilidades de cada individuo.
Además de este tratamiento, el médico puede recomendar que el paciente se reparta las tareas en otras que le resulten más manejables y distribuirlas a lo largo de la semana, combinando éstas con el reposo y el sueño. Puede considerar necesario, además, prescribir medicamentos para tratar la ansiedad, la depresión o reducir el dolor, la molestia o la fiebre en el caso de que la haya.