La verdadera historia del robo del siglo, por Netflix

El documental dirigido por Matías Gueilburt cuenta con los testimonios de los protagonistas del mítico atraco al Banco Río. Sin disparar un solo tiro.
martes 09 de agosto de 2022
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“Hay dos formas de trascender a la muerte: con los hijos o con el arte. Y este era un robo artístico”, define Fernando Araujo, el autor intelectual del asalto más resonante de la Argentina. Hoy protagonista, junto al resto de la banda delictiva, de la nueva película documental de Netflix, Los Ladrones: La verdadera historia del robo del siglo, con estreno global el 10 de agosto.

“En el 2003 yo era el hombre más feliz de la tierra. Si haces una encuesta, entre todos los seres del mundo, yo era el más feliz”, se adjudica Fernando Araujo. Un año antes de que la obsesión de asaltar el ex Banco Río de Acassuso lo tomara como rehén de su propio plan maestro.

Araujo (alias “el artista”) habla desde un recreado atelier ficticio donde evoca su pasado. Y donde entre otras confesiones “de diván”, que se entrecruzan con las de los ex delincuentes Luis Mario Vitette, Sebastián García Bolster y Rubén “Beto” de la Torre, asegura que “si no fuese un banco podría haber sido un casino”.

Sin disparar un solo tiro

El épico atraco sin víctimas y con la participación de efectivos del grupo Halcón se ejecutó un 13 de enero de 2006. Y la historia convertida en mito, que inspiró La casa de papel, algunos libros y El robo del siglo, el taquillero filme protagonizado por Guillermo Francella y Diego Peretti, se suma a la carta Made in Argentina de Netflix, 16 años después, bajo el ojo del director Matías Gueilburt.

La primera consigna fue dejarse llevar, dice Gueilburt, sobre la pieza que más allá de repasar con lupa y testimonios reales la planificación del robo, explora “las distintas formas de ver el mundo” de cuatro personajes tan disímiles como funcionales al relato.

“El foco está puesto en la construcción de los personajes, quiénes eran las personas detrás del mito”, dice Matías Gueilburt sobre la banda que aunque fue protagonista del rodaje -además de rehenes y efectivos policiales- por decisión unánime jamás se juntó en el set.

“Pensamos con Julián Rousso y Sebastián Gamba (productores) que estaría bueno contar esta historia, pero fue pasando el tiempo. Y cuando se hizo la película, les contamos las ganas de hacer el documental y si podíamos tener acceso, porque ellos habían tenido contacto con los ladrones. Ahí establecimos un primer contacto con ellos. Que fue largo, lento, difícil. Porque tenes que ir descubriéndolos”.

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-Trabajo de hormiga...

-Trabajo de hormiga como cualquiera de estos proyectos, pero sobre todo, porque ya que estaban los libros y la película, entonces pensar qué contar de todo esto. Y me parecía interesante cómo ellos habían logrado construir un mito de esto y quiénes eran ellos. Porque hay muchos robos y este no era un robo simplemente.

Empatía y condena social
-Fue uno de los pocos que generó empatía con la gente, al mismo tiempo que una condena social.

-Totalmente. Y desde el primer momento, el límite moral de las historias uno lo contempla constantemente. Por eso más allá de poder contar el punto de vista de ellos, con muchísima libertad, estaba poder incluir dentro del relato a los damnificados. Los rehenes que vivieron un momento horroroso y que no podían no ser parte. En ese momento no hay romanticismo para mí.

-¿Crees que este documental puede reavivar esa grieta social que sigue despertando pasiones?

-Sí, yo creo que hoy en día todo es grieta. Cualquier cosa. No tengo redes sociales, por suerte. Porque soy tan demente con mi cabeza que cuando salgo de los proyectos le quiero dedicar tiempo a mi familia, a mis hijos, mi mujer y si estuviera en redes no podría. Pero me doy cuenta que todo genera discusión.

Y sería ilógico que acá no suceda, porque hubo damnificados, gente que le sacaron la plata. Más allá de que Araujo pueda decir que les devolvieron la plata. Es la visión de él.

-Pasan los años y sigue generando el mismo debate.

-Y es ahí donde pusimos el centro. Quiénes son estos tipos que se animan a hacer eso. Ellos tienen un universo personal con mucho poder de reflexión desde diferentes lugares. Desde su mirada y con reflexiones interesantes. Cuando “Beto” de la Torre dice: “Ya tenía la plata. ¿Y ahora qué?” Son cosas que a uno le quedan.

-En esa variedad está la riqueza...

-Era muy interesante. Darle a cada uno el mundo que lo construye. Por eso el actor, el artista, el hampón, el ingeniero. Y cuando más los iba conociendo más veía de sus capacidades para cada una de esas cosas. No fueron tipos al azar. Bolster cuando desarrolla ese elemento (cañón power) ¡es increíble! Para la película lo reconstruimos. Él estuvo dos meses haciendo una réplica de lo que había hecho.

Algunos mitos derrumbados
-Hay testimonios que terminan de echar por tierra algunos mitos instalados sobre el caso. Como la supuesta mujer despechada de “Beto” de la Torre que denuncia a la banda. Y otros, que seguirán siéndolo, como el destino de la totalidad del dinero del robo...

-El documental tiene cierta deshonestidad. Yo en este proyecto me dejé llevar por lo que ellos me iban contando. Ellos me podían engañar en muchos casos, y eso es parte también de la historia, del juego en el que yo me iba a prestar.

Pero, por ejemplo, lo de la mujer despechada, que para mí era parte de la historia, de pronto apareció el fiscal con su versión, ¡y era el fiscal! Diciendo: no fue así, lo que pasó fue esto. Bueno, es un fiscal de la Nación y eso me sorprendió. Fue interesante poder salirse de ese lugar de la historia.

-Y mantener la cabeza abierta...

-Es que es fundamental. Una vez Paco Ignacio Taibo, un escritor mexicano, me dijo una cosa maravillosa. Habíamos terminado de hacer Pancho Villa y yo le hablaba de un personaje mexicano muy relevante, Victoriano Huerta. Me decía: No, Mati. Meternos con los canallas... te terminás enamorando al final de un personaje que es un hijo de puta. Mejor no.

Y al final te pasa. Porque generas una empatía y un vínculo. Te cambia. Y te enriquece. Es una de las maravillas de mi profesión.