Marilyn Monroe: a 60 años de su muerte, un mito insuperable

La madrugada del sábado 4 de agosto de 1962, encontraron el cuerpo sin vida de la mujer más hermosa de su tiempo. Y fue el comienzo de un mito insuperable
jueves 04 de agosto de 2022
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"El viaje termina aquí". La frase, escrita en latín (Cursum Perficio), en la puerta de entrada del 12.305 5th Helena Dr, en Brentwood, un barrio al Oeste de Los Angeles, dejó de ser una referencia cotidiana para convertirse en una eterna, el 4 de agosto de 1962. Ese día, la única habitante de la propiedad, Marilyn Monroe, murió en su dormitorio.

El día siguiente amaneció con el verano californiano a pleno. Adentro de la casa, el cuerpo inerte de la actriz más icónica de todos los tiempos, yacía boca abajo en la cama y apenas cubierto por sábanas blancas. A su lado, frascos vacíos de Nembutal, pastillas sedantes, un teléfono descolgado. Y silencio. Tenía 36 años.

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En el teaser de Rubia, la película que Netflix estrenará el 23 de septiembre, la vemos en la intimidad del camarín. Llora frente al espejo, junta las manos en forma de rezo y dice: “Ven, por favor. No me abandones”.

Un hombre de barba la maquilla y la consuela: “Ella vendrá”. Dirigida y adaptada por Andrew Dominik, la película se basa en la novela Blonde de Joyce Carol Oates publicada en el año 2000. La actriz protagonista, la que le pone voz y piel a Marilyn, es la cubana Ana de Armas. Apenas unas imágenes en movimiento nos alcanza para decir que la elección es casi perfecta.

La escena del teaser transcurre en blanco y negro, ella levanta la vista, se mira en el espejo y algo cambia, algo se transforma: de las lágrimas y la tristeza pasa a la risa y la alegría. Como si se acordara quién es realmente. Como una maga de sí misma que puede cambiar de estado de ánimo en un chasquido.

No sabemos por qué llora ni a quién espera; tampoco para qué se prepara, se produce, se maquilla, se embellece. Hay algo en esos segundos de intimidad que retratan cómo la intensidad de sentidos que emanaba esa mujer repercutía en su interior.

Durante la madrugada del sábado 4 de agosto de 1962 Marilyn Monroe pierde la vida. La autopsia reveló una sobredosis de pastillas para dormir. No está claro si fue suicidio o accidente. En El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas tampoco.

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 "Blonde", la biopic de Marilyn Monroe

Este documental, también producido por Netflix, dirigido por Emma Cooper y basado en la investigación de Anthony Summers para el libro de 1985 titulado Diosa, alumbra la zona final —las personas que la vieron tirada en la cama, algunos dicen que ya sin vida, otros que la subieron a una ambulancia en coma, los horarios cambian, los nombres se modifican, nadie quiere hablar de más— y la conclusión es que fue el FBI quien ocultó las pruebas que ayudarían a esclarecer el hecho.

¿Por qué? Bueno, en ese momento Marilyn tenía un romance con los hermanos Kennedy: uno presidente de los Estados Unidos, otro Fiscal General de la Nación. En el último tiempo se había relacionado con comunistas expatriados y, debido a su relación íntima con ambos, había accedido a cierta información referida a pruebas nucleares. La película susurra la idea de que el imperio la quería muerta.

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“No parecía su cuerpo”, dice Allan Abbott, uno de los sepultureros de Marilyn Monroe, en el libro publicado en el año 2015. Son, más que crónicas, memorias. Allí relata historias, experiencias, postales de celebridades lloradas. Podríamos traducir el título como Perdón por mi coche fúnebre: un retrato colorido del encuentro entre la industria funeraria y la del entretenimiento en Hollywood.

Cuando Abbott habla de ella no se refiere a la condición mundana de tener que maquillar un cadáver frío e inmóvil, no; cuando narra que el cuerpo que vio no se parecía a Marilyn Monroe está diciendo que la belleza sólo puede apreciarse viva, que en la muerte no hay belleza, no hay encanto, no hay nada. Quizás la tarea que se propuso Abbott en su relato haya sido desidealizarla, elaborar epígrafes sensoriales de lo que le significó ver in praesentia lo que muchos vieron en las fotos post mortem. Quizás su intención detrás del juego del morbo fue explicar que la belleza se materializa en un cuerpo y que cuando ese cuerpo muere la belleza se extingue con él.

“Parecía una mujer normal muy envejecida. Su pelo no había sido teñido desde hacía tiempo, no se había afeitado las piernas al menos en una semana, sus labios estaban muy agrietados y necesitaba una manicura y una pedicura”, se lee en el libro.

También: “No llevaba ropa interior y tenía pequeños pechos falsos, mucho más pequeños que los que había visto hasta ese momento. Además tenía una dentadura postiza”. Aquella madrugada, Allan Abbott recibió un llamado. Debía ir a una mansión en Brentwood y recoger el cadáver de Marilyn Monroe para luego llevarlo a la morgue y más tarde enterrarlo. Era el encargado del servicio funerario, ese trabajo lo hacía diariamente, incluso con varias celebridades de Hollywood, ¿qué podía tener de diferente este caso?, ¿qué habría de sorprendente que nunca antes haya visto?

Pasaron 43 años hasta que decidió contarlo en un libro. Seguramente el motivo haya sido dinero, pero no parece ser explicación suficiente. ¿Qué efectos colaterales tendrá ver el cadáver en la instancia inicial de descomposición de la mujer más hermosa del mundo?

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Víctima de la desigualdad salarial, muchísimo antes de que se revelaran hechos de acoso y abuso, el lado más siniestro de Hollywood, como el de Harvey Weinstein, Marilyn fue de las pocas actrices de su época que se animó a hablar abiertamente en las entrevistas del oscuro comportamiento de algunos productores con las actrices, sobre todo con las principiantes.

"Sabés que cuando un productor llama a una actriz a su oficina para discutir un guion, eso no es todo lo que tiene en mente. El primero que conocí debería haberse avergonzado de sí mismo, porque estaba sacando ventaja de una niña", describió. "Claramente, quería tener sexo conmigo".

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Acostumbrada, desde niña, a arreglárselas sola, Marilyn aprendió a sacar provecho de situaciones complejas. Si bien era un rasgo casi inadvertido, la actriz padecía de tartamudez, una de las consecuencias de su dura infancia.

Sin embargo, esa característica fue el punto de partida para que la estrella, por consejo de una fonoaudióloga, utilizara esa dificultad a su favor. De ahí surgió el susurro gutural que era otra de sus marcas de identidad.

Adelantada a su época, Monroe amaba a los animales y lo comentaba públicamente. Tuvo varios perros a lo largo de su vida; el último fue un maltés, regalo de Frank Sinatra, al que bautizó Maf (diminutivo de mafia). Pero además, en los últimos años de su carrera pidió no utilizar abrigos de piel en las películas para apoyar la preservación de varias especies animales.

En los inicios de la década de 1960, Marilyn también practicaba yoga, disciplina que por entonces comenzaba a hacerse popular entre las estrellas de Hollywood. Su instructora fue Indra Devi que, mucho antes de instalarse en la Argentina, difundió la actividad entre figuras como Greta Garbo, Gloria Swanson y la mismísima Marilyn, en su estudio de Los Angeles. 

Es evidente que la imponente sensualidad de la actriz, sumada a los prejuicios, opacaron una personalidad brillante que no dejó de mostrar su empatía en distintas circunstancias. Por ejemplo, fue gracias a la intervención de Marilyn que la cantante Ella Fitzgerald pudo ingresar a un club nocturno que, por entonces, aún vetaba a las personas de color.

Fuera de los sets, de los flashes y los escándalos, Marilyn amaba la literatura y el arte, escribía y también cocinaba. Según testimonios, sus amigos cercanos disfrutaban, sobre todo, de la bouillabaisse (sopa de pescado), el plato que mejor sabía preparar.

En su constante búsqueda de ser aceptada, su colega Clark Gable, con quien compartió su última película, Los inadaptados, en 1961 representó la figura paterna que nunca había tenido. Ese vínculo estaba reforzado por una imagen borrosa, resabios de la única foto que tenía de su padre, donde el hombre que la había engendrado asomaba en un nebuloso parecido con el famoso actor.

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A favor de mostrarse al natural, Marilyn se había sometido a dos cirugías estéticas menores: una en la punta de la nariz y otra en el mentón, realizadas por iniciativa de su representante. Además, tenía una cicatriz en el abdomen, consecuencia de una cirugía de vesícula, marca que alcanzó a verse en la última sesión de fotos que le tomó el fotógrafo Lawrence Schiller, dos meses antes de que ella muriera.

En esa cuenta regresiva hacia su final, el 19 de mayo de 1962, 78 días antes de su muerte, Marilyn cantó el Feliz cumpleaños para el entonces presidente Kennedy y ante 35 mil personas en el Madison Square Garden, de Nueva York.

Aquella escena del Happy Birthday, Mr. President, susurrado, con el famoso vestido de lentejuelas terminado de coser sobre su cuerpo (que este año usaría y arruinaría la mediática Kim Kardashian para la gala del Met), quedó inmortalizada en la memoria colectiva. Y para algunos, marcó a Marilyn como una señal de muerte, cuando ella estaba en pleno apogeo.

A su funeral, organizado por su exmarido Joe Di Maggio, solo asistieron 30 personas. El exbeisbolista, segundo esposo de la actriz, se ocupó de que muchos de quienes destrataron a Marilyn en vida no estuvieran en la despedida. Sus restos descansan en el Westwood Village Memorial Park and Mortuary, de Los Angeles.

La placa de su nicho, adonde Di Maggio siguió enviando rosas cada semana durante veinte años, apenas tiene un inscripción austera, suficiente para describir al mito: Marilyn Monroe 1926-1962.