Qué dice la novela del poder de Jorge Asís

En las páginas de la obra aparecen todos los personajes ficcionados del peronismo de los últimos 70 años. El sirio y el croata. Conocé el espíritu de la obra.
miércoles 01 de junio de 2022
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Jorge Asís renueva su narrativa con la publicación de su más reciente novela política, Churrasquitos hervidos, billetes crocantes. La novela del poder, protagonizada por personajes ficcionados que representan a los funcionarios y empresarios más importantes del peronismo en los últimos setenta años.

A través de un estilo polémico e irreverente, el autor reconstruye el imaginario y las experiencias del movimiento peronista, con el aporte adicional de su mirada íntima. Un recorrido por la historia argentina, desde Juan D. Perón hasta nuestros días, se encuentra a disposición de la comunidad de lectores.

El periodista vuelve a las páginas con una ficción sobre el peronismo publicada por el grupo editorial Penguin Random House. El "Turco" Asís asumió el desafío de escribir "la gran novela de la política argentina", sin perder el rigor de analista político que lo caracteriza. Capítulo tras capitulo, los lectores se asoman a la controvertida relación entre Omar Masud (¿alter ego de Carlos Menem?) y el matrimonio Smirak, de Santa Cruz.

A continuación se reproduce un fragmento de la novela del poder:

1999

"Quédese, Gobernador, hágase amigo", dijo el presidente Omar Masud al gobernador que le resultaba insoportable.

De casualidad, Iván Smirak se encontraba en la residencia de Olivos. El ministro Levy Simón se lo había olvidado.

Pero Omar era un adicto a la cortesía y nada tenía para hacer. La lluvia amagaba, la mañana contenía nubes espesas, no era el clima apropiado para el golf.

"Si quiere habitar esta casa va a tener que esperar un par de años. Aunque le disguste, en tres meses va a ocupar la residencia un radical, Cárcova Güiraldes. Ya es imposible evitarlo. Pero si camina el país y tiene suerte, en un par de años podrá pertenecerle".

Rol jactancioso de visionario profético. Correspondía históricamente al liderazgo peronista. Tendencia vocacional hacia el esoterismo.

Iván tampoco lo quería a Omar. Lo contemplaba ahora con ambiguo desconcierto. Como si lo midiera. Pero conocía sus medidas de memoria,

Peronista pragmático sin escrúpulos ideológicos. Dispuesto a hacer lo que fuera para mantener el poder que había conquistado. Y se le acababa.

Omar e Iván se tenían las costillas contadas.

Para Omar, el gobernador era un vivo. Otro desesperado turrito en ascenso. Bastaba con mirarlo para darse cuenta. La sed de poder lo desbordaba.

El croata Iván estaba secretamente encantado por estar en Olivos con el árabe Omar, sin rigor apodado "El Turco". O El Califa, según Lito Altamirano.

Iván sentía por Omar una repudiable admiración, complementada con el simultáneo desprecio. Resistía la reconocida noción de carisma. Tampoco se sentía cautivado por su simpatía. Y siempre le parecía que Omar lo sobraba. Que fingía tomarlo en serio.

Dos políticos ambiciosamente peronistas que tenían en común el complejo inicial del provinciano. Aunque se subestimaban como si fueran porteños.

Omar había llegado hasta la residencia de Olivos desde Vinchina, un pueblo concebible de La Rioja, tan pintoresco como melancólico.

Hasta los opositores internos conservaban alguna fotografía de ocasión con el popular Omar Masud. Tal vez con los dedos en V de la Victoria. Mientras Iván era un peronista olímpicamente desconocido en la capital. Lo identificaban por ser el esposo de la senadora Soraya Gutiérrez.

Procedía de Puerto San Julián, Santa Cruz. Un recodo para tarjeta postal de la Patagonia. Pretendía también llegar a lo más alto. Desde San Julián -su Vinchina- parecía un delirio. Porque el poder estaba escriturado para los porteños. De la provincia de Buenos Aires o su prolongación, la capital, desde donde se contemplaba el país de los malos finales.

La Argentina desaprovechada. La patria desperdiciada a donde habían arribado los padres extintos de Omar y de Iván.

Desde Daraa, en las polvaredas de Siria, llegó primero don Saúl Masud, vendedor de lo que fuera. En dos años mandó a buscarla a Yashira.

Desde los alrededores de Rijeka -villa portuaria de Croacia- arribaron juntos Brigita y Mirko, el nacionalista que llegaba en búsqueda de una nación.

Cada vez que el presidente Masud llegaba a Río Galegos el gobernador Smirak lo colmaba de homenajes. Lo elogiaba en exceso. Era casi empalagoso. Mentía con idoneidad profesional. Y la senadora Soraya de Smirak aplaudía las palabras laudatorias del marido. Pero le costaba mirarlo de frente a Omar. Ideológicamente lo detestaba. Se esmeraba en simularlo.

En la interna legendaria del peronismo en 1988, entre Tony Sanardi y Masud, cuando Soraya era diputada provincial había "jugado" para Masud. Mientras Iván, intendente de Río Gallegos -y jefe político de Soraya- había "jugado" para Sanardi. Los veloces Smirak ya sabían repartir la hacienda...

Más que el título, se festeja que Argentina tiene equipo