¿Algún candidato se animará a decir la verdad?

Crisis sobre crisis, la situación de Argentina no admite dilaciones. Sin embargo hasta ahora nadie se animó a admitir cuánto nos va a costar salir adelante.
lunes 23 de mayo de 2022
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Todos los precios relativos deformados. Usuarios residenciales que pagan el 25% de lo que cuesta el gas y el 30% de la luz. Apenas el 43% de los adolescentes que en 2014 empezó el secundario logró terminarla seis años después. Personas que trabajan todos los días, pero uno de cada tres es pobre.

Además, el 40% de la deuda total en pesos está indexada por inflación. La pobreza llega al 45%, o al 60% si focalizamos en la infancia. Y el 40% de los trabajadores en la informalidad que serán indigentes cuando lleguen a los 70, o antes.

Con un billete de 1.000, el de mayor denominación del sistema monetario, no se compra siquiera un kilo de asado.

Si se miran los últimos 150 años, en los primeros 50 Argentina era “la China” del mundo, con un PBI por habitante que triplicaba la media. Hoy, está en el promedio mundial.

Quien empezó a trabajar hace 20 años hoy, en términos reales, gana exactamente lo mismo: no avanzó en nada.

Desde la democracia a esta parte el crecimiento económico fue del 1,7% anual promedio. Pero jamás fue parejo, y con cada crisis muchos quedaron peor de lo que estaban y no se recuperaron.

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En los ‘80 había 27,8 millones de argentinos. Hoy hay 70% más de habitantes que no hacen más que repartirse pobreza.

Hay gas, litio, petróleo y granos en abundancia: un abanico de recursos naturales que son la envidia de medio mundo, pero solo se acentúa la decadencia.

El deterioro duradero

¿Cómo puede pasar eso? ¿Quién le dice a la ciudadanía que revertir semejante deterioro no se hará rápido ni costará poco? ¿Quién se planta en las elecciones 2023 con un discurso que debería incluir sangre, sudor y lágrimas por al menos dos gestiones de gobierno?

“Arreglar esto llevará por lo menos 10 años, pero hay que decírselo a la gente, hay que decirle que el sacrificio valdrá la pena, porque lo que está pasando hoy es que hacen el sacrificio y son cada vez más pobres”, plantea el economista Jorge Colina, titular del centro de estudios Idesa.

En el 2015, el denominador comunicacional en Cambiemos era la “buena onda”. El mandato “duranbarbista” era que la gente estaba cansada de tantos años de kirchnerismo y que el nuevo gobierno venía a dar vuelta la página de tanta desesperanza.

No se blanqueó la herencia recibida: reservas del Banco Central, subsidios energéticos, devolución de recursos a las provincias, atraso cambiario, legislación laboral anticuada y un largo etcétera.

Eso forma parte del mea culpa que hace hoy Juntos por el Cambio. Pero no está claro cuál va a ser la narrativa para hablarle al votante el año que viene.

“Creo que es prematuro entender el clima en el que vamos a votar, no me animo a proyectar cómo vamos a estar, se puede estar peor”, avisa el analista político Sergio Berensztein.

“Esperemos que el mundo no se mete ahora en un torbellino, el aumento de la tasa de interés en Estados Unidos altera mucho a los mercados… es un ajuste parecido al de la última gran crisis, por lo que no es adecuado extrapolar la actual foto pensando en qué se va hacer”, agrega.

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Los 19 meses que falta hasta el 10 de diciembre son un gran interrogante. “Hay que ver cuáles son los desequilibrios que quedan a fines del 2023, este gobierno va a dejar un desequilibrio importante que el próximo gobierno va a tener que resolver, quizá no sea tan grande como en 2015 pero no va a ser chico”, sostiene el economista Andrés Borenstein, de la consultora Econviews.

“Lo que no se le va a poder pedir al próximo gobierno es un repunte rápido, no va va a llevar dos meses”, ejemplifica.

Y ahí radica buena parte del problema: en 2025 habrá elecciones de medio término y en el medio sobrevendrá la revisión integral del FMI, con la discusión de reformas estructurales que hoy se patearon para después y con la exigencia de pagar la deuda hoy refinanciada hasta 2026.

¿Cómo corregir la situación?

¿Cómo puede un dirigente, más allá de su orientación política, corregir desequilibrios estructurales profundos si a los dos años, cuando es pronto para obtener resultados, la gente le votará en contra porque no se ve esos resultados?

Ese cortoplacismo ha sido una trampa mortal para los gobiernos, que se inclinan entonces por medidas populistas, que incentiven el consumo rápido en detrimento de la inversión, que muestren algo ya.

“La gente tiene mucha conciencia de que esto va a costar mucho tiempo”, asegura Guillermo Olivetto, especialista en consumo y titular de la consultora W, que ausculta el humor social de forma permanente.

“La sociedad está pidiendo algo más estructural, ahora… hacer la de Churchill, de sangre sudor y lagrima no lo sé, habrá que ver cómo está la cosa y a cuánto la gente está dispuesta”, agrega.

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“Sin duda de que se tiene mejor conciencia de la que se tenía en el 2015, pero el problema de fondo es que todos dicen ok, pero ‘no me toques la mía’”, desafía Olivetto.

¿Alguien dirá a quién le va a tocar? ¿Hablará alguien con la verdad, cuando el fenómeno de Javier Milei no hace más que trepar en intención de voto diciendo que será la “casta política” la que pague el ajuste?

“Hay que llegar a consensos, esto de que Cristina vuelve porque Macri no puede volver o Macri viene porque Cristina no puede, no; desde los extremos no se puede gobernar el país”, sentencia la economista Marina Dal Pogetto.

“Milei no va a normalizar el país, su plan de tres pasos es un engendro”, cuestiona. “Pero no sé cómo se arma un acuerdo político de centro cuando tenés el nivel de debate político que tenemos”, se lamenta.

Dal Pogetto sostiene que, sin acuerdos políticos, se terminará yendo otra vez una crisis terminal que haga por las malas lo que la política no logra hacer por las buenas. “En la crisis de la híper (inflación) la demanda era: ‘Bajame la inflación’. Y en el 2001 era el desempleo. Y entonces se convalidó todo sin chistar”, recuerda.

“Ojo que una crisis es lo que buscan muchos, pero para mí es un programa peligroso, porque después de cada crisis la erosión que provoca en el tejido social es cada vez mayor”, advierte.

FUENTE: La Voz